9/24/2007

Capítulo 2: La vida secreta de las putazas

En el capítulo anterior, según mi gran amiga y mentora, Miss Dolly Partos, no pasaba nada. Así que poco tengo que resumir: raudas y veloces la Pepi y yo partimos a casa de Piluca a descubrir el origen de aquel extraño mensaje.

- Joder tía, qué larguísimo se me ha hecho ese viaje en metro. Como si hubieran pasado tres semanas desde que estábamos en la Fnac –dijo la Pepi, al salir a la calle.
- Ya te digo, y eso que no han sido ni tres paradas –le respondí.
- En el próximo capítulo vamos en taxi tía, que es más rápido y más de Carrie Bradshaw y a ti te pega.
- Gracias, puta.

Pepi y yo caminamos como locas para arriba y para abajo intentando localizar la nueva morada de Piluca. Yo tengo un sentido de la orientación fantástico y no me cuesta nada posicionarme en lugares desconocidos (de ahí que estén pensando en darme el título de La Tomtom del Cuarto Oscuro, que ahora mismo ostenta la Pepi ¡porque yo no entro en esos sitios!), pero la Pepi se iba despistando viendo a los chulazos del GayXample y el viaje se hizo demasiado largo.

- Es aquí –dije, al llegar al portal-. Quinto primera.
- ¿Cómo coño se saca ésta las perras para pagarse al alquiler? Porque un piso aquí debe costar una pasta.
- No sé nena, ahora se lo preguntamos –y entramos en el portal.

Nada del otro mundo: escaleras de mármol, pasamanos brillante como el culo de una virgen, figuritas de querubines por todas partes, obras de arte y una portera que tenía pinta de todo menos de portera.

- Nena, esto tiene más clase que la escaleraca del Titanic –dijo la Pepi.
- Ya te digo nena.

La portera, que era una mujer divina que llevaba un uniforme mega-fashion de color rojo y unos tacones que parecía que iba montada en las plataformas de la Reina del Carnaval Tenerife 200ypico se acercó a nosotros.

- ¿Puedo ayudaros en algo? –y nos lanzó una mirada de arriba abajo que si te la lanza Cíclope (el de los X-Men) te deja frita.
- Venimos a ver a Pilu…
- A un amigo. Vive en el quinto primera –corté a la Pepi antes de que aquella mujer se diera más cuenta aún de lo gayers que éramos.
- Ah. El… chico nuevo… -por su tono supimos que a aquella mujer la presencia de Piluca en el edificio le hacía tan poca gracia como a nosotros haber entrado en aquel decorado del Cuéntame-. Podéis ir por el ascensor. No vayáis por las escaleras, a los inquilinos no les hace mucha gracia que haya gente merodeando por los descansillos.
- Gracias, Ágatha –le dije yo mientras la Pepi y yo entrábamos en el ascensor-. Pero nosotras no merodeamos: paseamos con estilo.

Y dicho esto cerré la puerta del ascensor antes de que Ágatha nos diera con un tacón en la frente y nos dejara como a una extra sin frase de Hellraiser.
- Nena, ¿cómo sabes que se llama Ágatha?
- No sé, pero tiene toda la pinta.
- ¿Te lo has inventado?
- Más o menos nena: he aplicado mis dotes deductivas y he supuesto que dada la altura de sus tacones, la longitud de su cabellera y el acento catalán que se le ha escapado al preguntar…
- ¡Ya hemos llegado! –dijo la Pepi, ignorándome y saliendo del ascensor.
- Pues eso, Ágatha –dije yo, siguiéndola.

Lo primero que nos asombró era que aquel descansillo era más grande que nuestros dos pisos juntos; de hecho, y no exagero, creo que allí podía haber aparcado la Enterprise en caso de necesitar hacer un aterrizaje de emergencia.
Mientras intentábamos averiguar cuál de las puertas era la de Piluca (porque mucho diseño retro y mucho ornamento de la época de Al Capone pero a nadie se le había ocurrido pintar el numerito en las puertas) una de las mismas se abrió.
En el umbral, asomando sólo la cabeza, estaba Piluca.
- ¡Joder! ¡Sí que habéis tardado!
- Nena, el metro estaba imposible –dije yo.
- Pasad, pasad –y nos invitó a su piso.

Como ya nos habíamos asombrado al ver la portería, la portera, el ascensor y el rellano pues como que encontrarnos en aquel pisazo nos dio un poco igual. Que sí, que suelos de parquet (del bueno), ventanales exteriores que entraba un sol de escándalo, una decoración interior de escándalo, unas habitaciones tremendamente grandes… pero que no nos íbamos a asombrar por tanto lujo. Habíamos ido allí para descubrir la verdad sobre…
- Nena –dijo la Pepi- ¿Cómo coño pagas el alquiler de este PISAZO!!!?
- ¡No grites, zorra! –dijo Piluca-. Que no estoy sola.
- ¡Es verdad! –dije yo-. ¿Quién es ese hombre?
- ¿Qué te mira y te desnuda? –dijo la Pepi.
- Nenas, que no estoy para bromas –soltó Piluca, toda seria-. Tengo que contaros algo.

Dicho esto, Piluca fue hacia el salón de su casa. Fue en ese momento cuando me di cuenta de un detalle un tanto… extraño: Piluca llevaba puesta una bata de color marrón que le quedaba divina. Pero algo me decía que bajo la bata no había nada. Bueno sí, estaba Piluca, pero Piluca no llevaba nada más puesto. ¿Por qué coño nos recibía en bolas?

- Sentaros, sentaros –Piluca tomó asiento en un sillón de color negro que quedaba fantástico con el color verde Agatha Ruiz de la Prada de las paredes y la Pepi y yo hicimos lo mismo en un sofá frente a ella.
- Nena, tienes que decirme quién es tu decorador –dijo la Pepi.
- No podrías pagarlo.
- Dijo la Marquesa de Urquijo –le solté a Piluca-. Nena, no me seas Antoñita la Fantástica. Te recuerdo que tu madre vive en Vic y tú trabajabas en una charcutería. Así que este rollo de marica cosmopolita que se cree que es lo más chic de la ciudad te lo guardas para tus clientes, porque seguro que todo esto lo pagas trabajando de puta de lujo.
Piluca se quedó callada un segundo.

- Uy nena –me dijo la Pepi-. Se ha quedado sin réplica ingeniosa, y eso sólo puede significar una cosa…

La Pepi y yo nos miramos, nos asombramos, abrimos la boca y miramos a Piluca antes de gritar al unísono:

- ¡Eres puta de lujo!

Piluca no dijo nada.

- Y lo peor es que no lo haces para mantener a tus churumbeles ni para pagarle la silla de ruedas a tu hermanita la tetraplégica… ¡lo haces por gusto! –dije yo.
- Entonces no eres puta de lujo. ¡Eres re-puta de lujo! – apuntó la Pepi.
- Basta ya de tonterías –dijo Piluca, y se levantó para acercarse a uno de los ventanales y mirar a través de él de forma ausente.
- Nena, lo siento. Pero te ha faltado el pianito a lo Thomas Newman para creerme que estás afectada. Déjate de patochadas y cuéntanos de una puta vez (y nunca mejor dicho) qué coño está pasando.
- Que sí coño –dijo Piluca-. Que soy puta.
- Ahí está nena –dijo la Pepi-. No te contengas, déjalo salir. Despierta el tigre que hay en ti.
- Que estaba hasta el coño de trabajos de mierda. Un día salí de fiesta e iba tan borracha que acabé metida en el Imperator. Allí me ligué a un tío madurito que me ponía toda bruta. El hombre me llevó a una habitación de hotel y me folló como a una perra toda la noche y al día siguiente me desperté y había sobre la mesa un sobre con mil euros.
- ¿Mil euros? ¿Le hiciste el helicóptero? –preguntó la Pepi.
- Nena, sí que tienes altas las tarifas… Ni los Taxis de Barcelona!!! –dije yo.
- El caso es que esos mil euros me fueron de puta madre… y pensé que oye… si yo me lo paso bien y hago lo que me gusta… y encima me pagan… ¿pues qué tiene de malo?
- Claro. Es como yo –dijo la Pepi-. A mí me gustaban los números. Me hice un módulo de administrativa y mírame. Hago lo que me gusta y me pagan. ¿Qué tiene de malo?
- Eso digo yo. ¿Qué tiene de malo? Cada una es lo que es. Tú administrativa, yo vendedora. Acróbata, mago y el caballero. Dragones y Putazas.
- Nenas, dejaros ya de cachondeo –Piluca nos cortó el rollo-. Que si estáis aquí es porque tengo un problema.
- Piluca cariño, yo te quiero mucho, pero no pienso pagar por algo que pude haber conseguido de gratis –le dije.
- No quiero que me hagáis de clientas, lerda –respondió Piluca.
- Pues qué lástima, porque yo acabo de cobrar –dijo la Pepi. Y nos entró la risa.
- Iros a tomar por culo. Si ya sabía yo que tenía que haber llamado a cualquier otra.
- Sí. A Heidi. –dije yo-. A ver nena ¿y entonces quién coño es el hombre ese que tienes en casa.
- Nenas, tengo que pediros un favor muy grande.
- ¿Cómo de grande? ¿Grande como el rabako de Nacho Vidal o grande como la Torre Agbar? –preguntó la Pepi.
- Pues depende de lo guarras que seáis. Mi cliente es un señor bastante especial. Se trata de una persona… conocida. MUY conocida. Así que tengo que pediros máxima discreción.
- Discreción… ¿para qué?
- Mi cliente…
- Nena, pareces la abogada soltera de la serie hablando de “mi cliente”. Qué morbo me das… reputa! –dijo la Pepi. Y nos dio la risa otra vez.
- ¡Basta ya nenas! Al tío que tengo en la cama le ha dado un ataque de ciática, no se puede levantar y yo sola no puedo llevarlo al hospital.
- Perdona ¿has dicho “ataque de ciática”? –pregunté yo.
- Sí, ataque de ciática –respondió.
- Vale, había oído bien.
- ¿Y cómo le ha dado eso nena? ¿Le hacías el helicóptero? –preguntó la Pepi.
- ¡Y dale! ¡Qué pesada con el helicóptero!
- ¡Es que lo de Colin McRae me ha llegado muy adentro, nena! –respondió la Pepi.
- Es verdad, está como obsesionada –dije yo, en su defensa.
- Nenas, que os vais por los cerros de Úbeda. Tenéis que ayudarme a sacar a mi cliente de aquí y llevarlo a la portería. Allí Ágatha…
- ¿La portera se llama Ágatha? –preguntó la Pepi, asombrada.
- Sí –respondió Piluca.
- ¿Lo ves nena? Si ya lo dijo la médium de la tele, que mis poderes de meditación y algo más son legendarios. Pero como no me haces caso cuando te hablo… -le dije a la Pepi.
- Estáis locas –continuó Piluca-. Como os decía, ella llamará a una ambulancia y dirá que al pobre hombre le dio el ataque justo delante de la portería y yo no tendré nada que ver en todo esto y su reputación quedará intacta.
- ¿Y no puedes llamar a una ambulancia y decir… pues yo qué sé… que es un amigo y le invitaste a tomar café y le dio el yuyo ese de la ciática? –preguntó la Pepi.
- Claro ¿y cómo les explico que una persona TAN FAMOSA como él está en mi cama desnudo, con un cockring y unas bolas chinas saliéndole del culo?
- Con razón cobras mil euros nena, eres toda una profesional –dije yo.
- Entonces ¿qué? ¿Me ayudaréis a sacarle de aquí?
- Pues claro nena. –dijo la Pepi y yo asentí.

Dicho esto, Piluca nos hizo un gesto con la cabeza para que le siguiéramos a través de un pasillo más largo que las caídas de Beyoncé hasta la puerta cerrada que había al final. Puso la mano en el pomo y nos miró fijamente:

- Voy a entrar para avisarle de que ya estáis aquí y para intentar relajarle. Le he comentado que sois dos personas de total y absoluta confianza. Os lo pido por favor nenas, no me dejéis en evidencia que si alguien se entera de que éste hombre ha estado aquí…
- ¿Qué? –preguntó la Pepi.
- Sería muy fuerte –dijo Piluca. Y dicho esto, abrió la puerta y se metió dentro. La Pepi y yo casi nos sacamos los ojos de las órbitas del esfuerzo que hicimos para ver si veíamos quién coño era el hombre famosísimo que estaba en la cama de Piluca, pero nada.

- Nena –le pregunté-. ¿Has visto algo?
- Un armario divino que seguro que no era del IKEA.
- ¿Y del putero famoso?
- No, de ese no he visto nada. ¿Tú quién crees que será?
- Pues ni idea chica. Pero tía, es muy fuerte.
- ¿El qué?
- Que somos amigas de la nueva Bárbara Rey y no lo sabíamos.
- ¿Bárbara Rey es puta? –preguntó la Pepi.
- ¡Por supuesto que no, nena! –dije yo, indignada-. Bárbara Rey es divina. Pero tuvo un affaire con un señor muy importante que le robaron unas cintas de casa y todo.
- Ya ves tú. A mí me entraron en casa y me robaron una tele ¡y no estaba saliendo con nadie!
- Pero seguro que te estabas follando a cualquiera…
- Sí, eso sí.

En ese momento comenzó a sonarme el móvil.

- Joder, ¿te va a sonar el móvil cada vez que termine un capítulo?
- Pues espero que no. Y si va a ser así, espero poder pasar por casa a cargar la batería.

Miré la pantalla, era la Cindy. Contesté.

- Cindy darling!! How are you!!
- ¡¡Nena!! ¡Menos mal que te encuentro! ¿Dónde estás?
- Pues… en casa de una amiga.
- ¿Qué amiga?
- Una amiga… íntima.
- ¿Y qué haces?
- No te lo puedo contar.
- Serás puta.
- Precisamente yo, no.
- Bueno, da igual. ¡¡Tía!! ¡¡¡Es muy fuerte lo que me acaba de pasar!!!
- Sorpréndenos –dijo la Pepi.
- Ah hola Pepi, no te había oído.
- Porque no había dicho nada –dije yo-. Bueno ¿qué coño te ha pasado?
- ¡¡¿¿A que no sabéis quién me ha llamado para decirme que viene a la fiesta de esta noche??!!
- Obviamente no, no lo sabemos –respondí.
- ¡¡¡¡LA I-NENA!!!!

Hubo un momento de silencio.

- ¿La I-Nena? –preguntó la Pepi-. ¿Pero no estaba muerta?
- Eso creía yo…

En ese momento la puerta de la habitación se abrió. Piluca estaba sonriendo hasta que nos vio hablando por el móvil.

- Esto no es lo que parece –le dije yo. Y cuando mis ojos vieron a la persona que estaba desnuda sobre la cama de Piluca entendí el porqué del grito de sorpresa de la Pepi y el por qué del golpe que mi teléfono se había dado contra el parquet (del bueno) de Piluca al resbalarse de mis manos.

- Jo-der –pude decir-. Qué bueno está…

En el próximo capítulo...
Descubriremos quién es el misterioso cliente de la Re-Puta de Piluca y descubriremos que George A. Romero ¡no está tan loco como parecía!

¿Quién soy?

  • Soy Hidroboy
  • Desde Barcelona, Barcelona, Spain
  • Diva estresada que casi casi no puede con su vida que vive en Barcelona y de vez en cuando se va de parranda a Huesca a comerse una buena longaniza de Graus. No fumo y no me drogo, pero bebo más que Sue Ellen en sus años mozos. Y además la ch*** que da gusto.
Yo!!

Links

Google Docs y Hojas de cálculo: procesamiento de textos y hojas de cálculo en la web. Editar esta página (si tienes permiso) |