1/28/2007

Capítulo Dos: ¡Y siempre estoy en un wáter!

Reencontradas después de estar un porrón de tiempo desperdigadas, las cuatro maricas de siempre acabamos en un bar de por ahí peleándonos para ver quién tiene el súper poder más chulo y entre grito y grito descubrimos que la Asdru tiene el poder de sincronizarse por Bluetooth.

- Eres la Marinokia, tía –dijo la Pepi-. ¡¡Llamémosla así!!
- Joder tía, dejad ya de cambiarme el nombre –dijo la Asdru.
- Oye guapa –dije yo-. A mí lo de la Marinokia me hace gracia. Y ya es hora de darle algo de consistencia a esta historia. Tú eres la marica a la que se le cambia el nombre en cada temporada. ¡Y punto!

Dicho esto, me levanté.

No sé por qué, pero me levanté. El caso es que se quedaron todas las maricas del bar mirándome y yo aproveché para demostrarles el portento de hombre que soy y lo maravilloso que era mi bolso Adolfo Domínguez, también conocido como ¡U!

- Bueno nenas –dije yo, cuando me volví a sentar-. Está claro que tenemos que hacer algo con estos súper poderes nuestros.
- Querrás decir “suyos”, porque te recuerdo que tú y yo aún no tenemos poderes.
- Wait a minute! –said the Cindy-. Didn’t you just took us off that airplane minutes just before it exploded, only with your mind?
- ¿Cadicho? – preguntó la Pepi.
- Aquí la Mary Queen comenta –traduje-. Que el súper poder de Piluca era teletransportarnos a todos con su mente, como hizo al final de la primera temporada cuando nos sacó del avión.
- Sí nena, eso creía yo –dijo Piluca-. Pero llevo semanas intentado teletransportar cosas y no lo consigo. Creo que fue un efecto pasajero.
- ¿Significa eso que nuestros poderes pueden ser temporales? –preguntó la Marinokia.
- Es una posibilidad, cariño… es una posibilidad… -dije yo, haciéndome la interesante. Debió funcionar porque se me quedaron todas mirando con una cara de susto que me recordó a cuando entré por primera vez a un cuarto oscuro.
- Pues vaya mierda –dijo la Pepi-. Yo no quiero que se me pase esta elasticidad mía… tenía pensado hacer carrera con ella…
- ¿Dónde bonita? ¿En el circo de Ángel Cristo? –preguntó Piluca.
- Casi te prefería cuando se la chupabas al Gremlin Murciano, puta.
- Cat Fight! –gritó la Cindy.
- ¡Nenas! Basta de peleas –dije yo-. A ver… Piluca, paga la cuenta.
- ¿Por qué yo?
- Porque te has tirado un año y pico sin invitarnos a nada ¡y ya toca! Marinokia, Pepi y Cindy, esperadme en la calle. Voy al baño un segundo.
- ¿A dónde vamos? –preguntó la Marinokia.
- ¿Cómo que a dónde vamos? ¿Tengo que recordaros qué día es hoy?
- 31 de Enero –dijo Piluca.
- ¡Exacto! Vamos a ir a casa a ponernos todas de súper putas para arriba porque esta noche nos vamos a comer las uvas delante de la torre Agbar y luego a putear por el Arena. ¿Entendido?

Haciendo caso a mis indicaciones Piluca se fue a pagar a la barra nuestras Coca-Colas, las otras se fueron a la calle y yo me fui al baño. Al entrar en el de caballeros (que una es diva pero, ante todo, es una gentleman) me crucé con un chico que salía llorando. Por un momento me preocupé por él. Estuve a punto incluso de seguirle y preguntarle qué le ocurría pero de repente recordé que a mí lo que le pase a los demás me la suda y simplemente esperé que esas lágrimas no se las hubiera provocado la vergüenza al descubrir, después de haber hecho popó en el baño, que la cadena no funcionaba.

Sí, he dicho hacer popó. Algunas acciones humanas no hay forma de narrarlas de modo glamouroso así que nos quedamos con lo primero que nos enseñaron cuando aprendimos a hablar: hacer popó.

Al entrar en el baño me encontré a un maromo rubio, de dos metros, meando de cara a la pared. Yo soy muy tímido y soy incapaz de mear de pie junto a nadie, esa posición la reservo para cuando vas a hacer guarradas en un baño público –te acercas a la pared y te la sacas haciendo como que vas a mear pero en realidad ¡no has bebido nada en todo el día!-, así que me metí directa en uno de los dos cubículos que había.
Supuse que, con la suerte que tengo, había entrado en el mismo en el que había estado la marica que hacía Popó, pero no, porque aquella taza estaba limpia y reluciente y VACÍA.
Me dispusé a orinar cuando escuché un extraño ruido. Era algo que hacía siglos que no oía. Un silbido electrónico, que se entrecortaba. ¡No podía creerme que a esas alturas de la vida el bar en el que estaba meando se conectara a Internet vía módem de 56k!
Pero ¡espera! ¿Qué coño hace el módem en el wáter de caballeros & Male Divas? De repente me entró la risa al recordar que Paranoika Propecia lo tiene ¡todo! en los wateres y lo mismo la tía había acampado en el baño de al lado y se estaba conectando al Bakala a ver si encontraba compañía para esa noche…

Fue entonces cuando oí el grito. No era un grito humano, era como cuando gruñe Godzilla. Era obvio que allí dentro no estaba Godzilla, pero el rugido metálico me hizo estremecer de arriba a la mitad. De la mitad abajo no porque me estaba meando y ya se estremecía sola, pero si no también se habría estremecido.
Abrí poco a poco la puerta del baño y me caí para atrás del susto al descubrir que el maromo de dos metros estaba ¡justo detrás!

- Aaaaargggh!!! –grité de espanto, mientras caía sobre la taza del water-. ¡No me robes! ¡No me mates! ¡Viólame si quieres pero JAMÁS tendrás mi bolso de Adolfo U!
- Hidroboy… -empezó a hablar el maromo. Pero ¡no hablaba! Su boca estaba abierta pero él no movía los labios. Era como si tuviera un altavoz en vez de cuerdas vocales-. Tu fin está cerca.

Cuando la voz mecánica terminó el maromo cerró la boca silenciosamente y se dio la vuelta. Empezó a caminar hacia la puerta del baño y se largó. El tío iba más tieso que la Pepi el día que la desvirgó el Fede (uno con un rabo de 20 centímetros de diámetro –dicen-).

Yo me quedé un momento sentada en el baño, sin saber qué coño hacer. ¡Me acababa de amenazar un maromazo de escándalo que tenía un altavoz en la boca! Pero ¿quién coño le mandaba? ¿Y por qué coño hablaba como Doña Rogelia?

Salí corriendo del baño y me planté en medio del bar. Fuera estaban mis amigas, esperándome. Estaban felices y alegres, bromeando sobre, seguramente, una vieja que pasaba por la calle y que no podía cargar con las bolsas de la compra. Esas son mis niñas, unas hijas de puta en potencia que en vez de ayudar a la pobre mujer la hacen sentirse como una inútil. Y, junto a ellas, estaba Piluca: la peor de todas.
¿Iba a volver a meterlas en un embolao como el de la primera temporada? Por ahora no. Además, era fin de año… y nos merecíamos unas vacaciones.

Me reuní con ellas frente al bar.
- Pobreta, podríamos ayudarla –dijo la Marinokia, refiriéndose a la abuela de las bolsas del LiDL.
- Nenas, vámonos –dije yo, sonriente.
- Joder tía ¿a quién se la has comido en el lavabo? Porque mira que has tardado –exclamó la Pepi.
- No se la he comido a nadie, puta. He tenido… un encuentro… pero ya os lo contaré. Ahora vámonos pa’ casa a ponernos mega fashions para esta noche.
- Are we going to take a cab? –asked the Cindy.
- No darling, yo no cojo un taxi con vosotras que la última vez el conductor casi nos tira al río como a la puta de El Coleccionista de Huesos. Yo me voy en metro, que me deja al lado de casa.
- Podríamos ir en autobús –dijo Piluca.
Todas nos giramos hacia ella boquiabiertas.
- Nena, no me puedo creer que hayas propuesto SUBIRNOS A UN AUTOBÚS. –exclamé.
- ¿Qué pasa? Es un transporte público tan válido como otro cualquiera.
- ¡Y una mierda, tía! –gritó la Pepi-. Es lo más cutre que te puedes echara a la cara. ¡Antes muerta que en el 42!
- Di que sí, aquí ninguna se monta en un autobús ¡ni drogada!
- Y yo que os iba a picar con mi bonobús –dijo Piluca, enseñándonos el abono de transportes.
- ¡Guarda eso, insensata! –chillé, mientras se lo arrancaba de las manos-. Si alguien te ve con eso en la mano ¡eres marica muerta! ¿No ves que YA NO ESTÁS EN MURCIA?
- Joder, cómo os ponéis por… coño –dijo Piluca, al meter la mano en su bolsillo.
- Sí nena, nos ponemos así por coños y por autobuses ¡qué asco nos dan!
- No no… Mira… -Piluca sacó la mano del bolsillo y me enseñó un bonobús-. ¡Tengo dos bonobuses!
- Y lo dice así, tan tranquila –dijo la Pepi.
- Vergüenza debería darte… -dije yo.
- ¡Hostias! –exclamó Piluca al meter su otra mano en el otro bolsillo.
- ¡No digas eso! Di “¡Huala!” o “¡Holy Manolis!” pero no digas hostias que queda muy de MURCIA. ¡Y ME PONES NERVIOSA!
- ¡Es que tengo más! –y Piluca sacó las dos manos de sus bolsillos llevando en ellas un montón de bonobuses. De repente los abonos empezaron a brotar de sus bolsillos como las cartas aquellas que le llegaban al Harry Potter que le llenaban el salón y a su tío le daba un yuyu que no veas.
- OH MY GOD!! –gritó la que habla en inglés, que ya sabéis quién es.
- ¡Qué pasa nena! ¡¿De dónde sacas tantos bonobuses?! –grité yo.
- ¡¡Es su súper poder!! –exclamó la Marinokia.
- ¡Pues vaya mierda de poder! ¡Llevas un fax en los bolsillos! –gritó la Pepi.
- ¡No nena! –dije yo-. Piluca tiene el poder de teletransportarse. Pero como estuvo en Murcia su mutación ha perdido el glamour ¡y sólo se transporta yendo en autobús!
- Pero ¿qué tontería estás diciendo? –dijo Piluca.
- ¡Y yo qué sé! A ésta se le alarga el cuerpo, ésta habla en inglés, la otra vibra con mi móvil ¿qué esperabas que te pasara? ¿Qué volaras? ¡No nena! ¡A ti te salen bonobuses hasta del coño!

De repente a todas nos entró la risa.

- Vaya una mierda de súper poderes que tenéis nenas –dije yo-. Vaya una mierda ¡de súper poderes!

Y seguí riéndome con ellas… sin poder quitarme de la cabeza el encuentro con Doña Rogelia.
“Hidroboy… tu fin está cerca”

Qué mal rollo ¡nenas!

1/09/2007

Capítulo Uno: De vuelta a la vida

En la temporada anterior de Kill Pili conseguimos sobrevivir al maléfico plan de una Murciana Mala que convirtió a nuestra gran amiga Piluca en una puta insoportable y que trató de manipularnos a todas drogándonos con un invento genético absurdo llamado el Mega Gas. Pero lo más importante de todo es que, desde nuestro contacto con la genética avanzada, mis amigas y yo desarrollamos extraños súper poderes (o poderes a secas). Y además yo llevo dos semanas foooollando como una perra!!!

Allí estaba yo. Espachurrada en la enorme y maravillosa cama de Héctor (anteriormente conocido como King Kong, el gorila del Arena, ahora conocido como El Hombre llamado Caballo), tapándome la cara con las sábanas de seda negra para evitar que el sol me desgarrara las córneas. Y es que llevaba metida en esa cama como tres días seguidos, la mitad de ellos durmiendo y la otra mitad abierta de patas.
Y es que nenas, Héctor me tenía muerta. Por kikis.

Intenté levantarme para ir a la cocina a comer algo pero mi cuerpo no respondía. No había forma humana de moverse. Por más que lo intentara no era capaz de mover las piernas.
Así que me resigné a quedarme en la cama estirada, en pelota picada, esperando a que Héctor viniera a rescatarme. Por cierto ¿dónde estaba Héctor? Agudicé el oído (si es que somos capaces de hacer eso) para intentar captar algún sonido proveniente de la cocina o del salón… pero no oí nada. Ni siquiera oía los ruidos de la calle porque a pesar de la enorme cristalera que tenía en su habitación, Héctor había insonorizado todo el piso para que no nos molestara ninguna puta escuchando Dover en el piso de enfrente ni ninguna maruja berreando el Como Una Ola mientras fregaba la escalera de su casa.
Es lo que tienen ciertas partes de Barcelona, que las calles son tan estrechas que si estiras el brazo puedes jugar al miliquituli con la vecina del edificio de en frente.

De repente tuve una revelación y me di cuenta de que como inicio de Temporada aquello estaba resultando de lo más aburrido, así que me dejé de tonterías, me levanté, me di una ducha, me puse unos trapitos súper cools que tenía por allí desperdigados (pero en plan cool, osea en plan “te voy quitando la ropa desde la entrada para que mañana cuando te levantes sepas por DÓNDE SE SALE) y me puse a hacer llamadas a todas mis amigas.
Hacía muchos días que no sabía nada de ellas. ¿Habrían conseguido controlar sus recién adquiridos súper poderes? Sólo sabía que a la Pepi no la dejaban entrar en el Arena Madre porque decían que cuando ella se metía en el Cuarto Oscuro cosas muy raras, siniestras y extrañas (oscuras no, porque eso se sobreentiende) ocurrían allí dentro.
La Cindy, como no conseguía articular ni una sola palabra en castellano, había echado currículum y ahora estaba trabajando de profesora de dicción en la Academia de OT. Y por lo visto tenía una de chismes que contarnos que se iba a cagar la burra.

Por suerte (o por desgracia) yo no veo OT y no creo que eso sea importante para este relato así que os quedáis con las ganas de saber cómo de grande la tiene el churrero del Gaydar ése.

Por lo demás (que era lo que me había contado la Asdru en alguna llamada de teléfono a las tantas de la mañana) tanto ella como Piluca aún no habían desarrollado ningún poder extraño. Me preguntó si ya sabía qué me había pasado a mí. Le contesté que, seguramente, mi súper poder era estar siempre cachonda y dilatada porque la tranca de Héctor me entraba como el cuchillo corta la mantequilla a cualquier hora de la noche y el día.
No debió hacerle mucha gracia porque me colgó y no me volvió a llamar (y de eso hacía ya… no me acuerdo cuanto).

Descolgué el auricular del teléfono de Héctor (¡si te parece voy a pagar yo las llamadas, guapa!) y llamé a la Pepi. Después de tirarse como dos minutos gritando como una loca por la ilusión que le hacía hablar conmigo, quedamos en el centro para ir a tomar algo con todas las demás.

Así que yo, ni corta ni perezosa, me fui de casa de Héctor sin tener ni puta idea de dónde estaba mi novio (o lo que fuera que era el Hombre Llamado Caballo que me había tenido tantos días postrada en cama) y cogiendo un juego de llaves que había junto a la puerta. No sé si las llaves eran de casa de Héctor porque no me las ofreció nunca, fui yo la que decidí (en pleno arranque “Okupa y resiste”) que si llevaba más de 72 horas metida en el mismo sitio, pasaba a ser parte de mi patrimonio. ¿Cómo crees que la Preysler ha llegado a dónde ha llegado?
Pensé en pasarme antes por casa para darle de comer a los peces y regar las plantas, pero entonces el sol me dio en la cara y me di cuenta de que no podía perder un día tan maravilloso encerrada en casa. Entre eso y que no tengo ni peces ni plantas a los que dar de comer ni regar, pues decidí irme a crear riqueza (y poder).

Me tiré horas dando vueltas por la ciudad y gastando todo el dinero que me quedaba comprando ropa y gadgets a cada cual más cool, sin dejar de pensar en todos esos países del tercer mundo que, gracias a mi inversión, iban a poder darle un impulso a sus departamentos de I+D y así conseguir que el Zara hiciera mejores prendas aún más baratas.
Ahí estaba yo, en plan Vicente Ferrer (pero con el look fashion trasnochao de Nacho Cano y la Fundación Hare Krishna) cuando llegó la hora de reencontrarse con todas las amigas. Fui directa a Plaza Universidad. Habíamos decidido quedar allí en vez de en Plaza Cataluña (como hacíamos habitualmente) por tres motivos:
1.- Que en Plaza Universidad hay mucho gay suelto.
2.- Que la última vez que quedamos en Plaza Cataluña nos secuestraron y nos amordazaron y nos amenazaron y casi nos matan estrellándonos en un avión.
3.- En Plaza Cataluña habían instalado un huevo blanco gigante que nadie en Barcelona sabe qué coño hay dentro pero lleva ahí meses y meses sin que nadie se queje.

Cuando llegué ya estaban todas reunidas esperándome. Después de darnos besos y besos y más besos nos dimos cuenta de que nos faltaba Piluca.
- Jo tía –dijo la Pepi-. Ya me olvidaba de que Piluca siempre llega tarde.
- Oye, vamos a tener que acostumbrarnos a que vuelva a ser amiga nuestra –dije yo-. Cindy, tú que eres un poco tonta, ni se te ocurra hacer comentarios maliciosos sobre Piluca como los que hacíamos antes ¡que ahora es de las buenas!
- No way, José! –respondió.
- ¿Por qué coño me llama José la loca esta? –pregunté, como si ella no estuviera delante (es que desde que hablaba en Inglés la tratábamos como a la típica puta amiga guiri de alguien que te presentan una tarde y te pasas el día riéndote de ella por puta, por guiri y por tonta).
- Debe ser alguna frase hecha en Inglaterra –dijo la Asdru.
- Obviamente cariño –respondió Piluca-. Si fuera una frase hecha en Ámsterdam ¡la habría dicho en Holandés!

Las cuatro nos la quedamos mirando (la perra había aparecido por detrás nuestro sin hacer ni un puto ruido) y ella bajó las manos que había subido en plan Bette Midler cuando cuenta un chiste al darse cuenta de que no nos había hecho gracia.

- Queda claro que mi súper poder TAMPOCO es un sentido del humor ultradesarrollado –nos dijo.
- ¿Qué? –le pregunté-. ¿Tú tampoco sabes qué te hizo el Mega Gas?
- Qué va tía. Llevo desde que salimos de aquel avión haciendo experimentos y nada, que no hay manera.
- Fucking airplane –no hace falta que diga que eso lo dijo la Cindy ¿no?
- Bueno ¿qué? –dijo la Pepi-. ¿Nos vamos a tomar algo?

Piluca se emperró en que en vez de tomar algo nos fuéramos a una Sauna a darnos un baño mientras comentábamos cosas y que luego nos folláramos a algún guiri buenorro. Pero resultó que su súper poder tampoco era una fuerza de convicción fuera de lo común porque acabamos sentadas en un bar del GayXample tomando cafeses, coca colas y té.
Tampoco hace falta que os diga quién se pidió el té ¿cierto?

- Mírala, la Reina Victoria –dijo la Pepi mientras observaba a la Cindy sorber el té-. Qué fina se nos ha vuelto la japuta.
- Es que ahora es toda una lady –dije yo.
- Di –dijo Piluca.
- ¿Qué?
- Di.
- Que diga ¿qué?
- ¡Nada! ¡Di! ¡Lady Di! –gritó Piluca.
- A ver nena ¿no habíamos quedado que NO TIENES el sentido del humor que crees tener? ¡Deja de decir tonterías y bébete el café! –le chillé yo.
- ¿Ves? –le dijo una marica en una mesa cercana a la nuestra a la otra marica sentada con ella-. Y luego te quejas porque yo te maltrato.
- Oye cariño –le dije a la marica chafardera 1-. No sólo me parece fatal que estés con la oreja pegada a las conversaciones ajenas, sino que además te equivocas de cabo a rabo porque ésta y yo no somos pareja.
- Perdona –dijo la marica chafardera número 2-. Pero si te pones a berrear como una histérica es normal que te escuchemos aunque no QUERAMOS.

De repente la Asdru se levantó levantando el brazo y abriendo la boca. Y así se quedó. No dijo ni mú. Cuando se dio cuenta de que todos la mirábamos asombradas por la gilipollez que acababa de hacer se sentó y se quedo mirando su taza de café.
Yo pensé que estaba ensayando para alguna forma de Performance absurda a lo Circo del Sol. Pero no. Me miró y trató de decirme algo, pero ¡se había quedado sin voz!

- ¡Huala nena! –grité-. ¡Eres como la Sirenita! ¡Te han quitado la voz! ¡¿Quién ha sido?! ¡¿A cambio de qué la has dado?! ¡Te dije que lo nuestro era imposible, tengas cuerdas vocales o no!
- Hidro, no la asustes –dijo Piluca-. Algo raro le pasa a la pobre Asdru.

Todo el bar nos miraba esperando a ver qué coño le pasaba a la Asdru, que seguía sin decir ni mú ¡porque no podía! Las lágrimas empezaban a resbalar por sus mejillas. La pobre estaba aterrorizada y nosotras no sabíamos qué hacer.

De repente la tía se empezó a sacudir. Se puso de pie y empezó a moverse como si la hubiera poseído el espíritu de Georgie Dann (si es que está muerto). Todas las nenas del bar la mirábamos sin saber qué coño estaba pasando y yo estaba a punto de empezar a rellenar los papeles del ingreso en el psiquiátrico cuando la Asdru se puso a menear la cabeza de un modo extrañamente familiar…

¡¡Estaba bailando el Let Me Out como la puta de Dover!!
¡Entonces me di cuenta! En mi pedazo de abrigo estaba vibrando algo. ¡Era mi teléfono!

Saqué el móvil del bolsillo y miré la pantalla. Era Héctor. Seguramente iba a cagarse en mí por haberle robado las llaves del coche, de la avioneta o del zulo que tenía en Tasmania. Pero me daba igual. Seguí mirando la pantalla alucinando al ver que la Asdru se estaba moviendo al ritmo de mi tono-politono-realtono del Let Me Out. Pero ¿por qué no sonaba nada? ¡Tenía el móvil insonorizado!
Apreté el botón de opciones y (sin querer) colgué a Héctor. La Asdru dejó de moverse. ¿Era posible que estuviera controlándola con mi teléfono? ¿Qué clase de blog de marika ficción era éste que podía controlar a mis amigas con el teléfono móvil? ¿De dónde coño saco las ideas?
Todo esto pensaba mientras navegaba por los menuses mega chulos de mi teléfono hasta desactivar la insonorización del aparato.

- ¡HOSTIA PUTA! –gritó la Asdru.
- ¡HUALA NENA! –grité yo.
- What happens??? –gritó la Cindy.
- ¡No podía hablar! ¡Estaba como insonorizado! –dijo la Asdru.
- No nena no, lo que estaba insonorizado ¡era mi móvil!
- ¿Y por qué te has puesto a bailar ahí en medio como una loca del coño, nena? –preguntó la Pepi.
- ¡No lo sé! De repente ha empezado a sonar en mi cabeza la canción esa que suena ahora tanto en la tele…
- El Let Me Out de Dover nena, no me seas garrula y deja de leer comics de esos que no te aportan nada. ¡A ver si encendemos más la tele! –dije yo.
- ¡Y mi cerebro me ha obligado a bailar!
- No ha sido tu cerebro –dijo Piluca.
- Oye puta, suelta mi teléfono –le dije, al darme cuenta de que la tía zorra estaba toqueteándome los botones.
- Ha sido el móvil de la Hidro.
- No te metas con mi móvil que te pareces a la Dolly ya.
- No nena, no me meto con tu móvil. Estoy diciendo que tu móvil controlaba a la Asdru.
- ¿Y cómo coño me voy a creer eso? –dijo la Asdru.
- Porque ya sé cuál es tu super poder –dijo Piluca.
- ¿Ah sí? ¿Cuál? ¿Ha perdido el miedo a hacer el ridículo? ¡Ya podía haber tenido yo ese poder en la temporada anterior y no habríamos pasado por todo lo que pasamos! –exclamé.
- No nena no. El súper poder de la Asdru es éste –dijo Piluca, señalando algo en la pantalla de mi móvil. Me acerqué para mirar lo que era.
- Me estás diciendo que la Asdru… tiene… su súper poder es… ¿¡que anula la cobertura de los móviles!?
- No nena. Pero, ahora que lo dices, a ver si te cambias de compañía que no tienes ni dos rallitas.
- No me toques el coño, que no veas los inventos que tengo que hacer para poder hablar en mi habitación.
- ¡¿Queréis dejaros de gilipolleces y decir cuál es el súper poder de la friki enferma esta!? –berreó la Pepi.
- Es muy fácil… ¡La Asdru tiene Bluetooth integrado! – gritó Piluca.

Y dado que ya había asimilado que sus bromas no tenían gracia, nos dimos cuenta de que no nos estaba tomando el pelo. La Asdru se podía sincronizar con mi teléfono móvil (y con el de cualquiera que aceptara sus llamadas entrantes).
QUÉ JEBY.

¿Quién soy?

  • Soy Hidroboy
  • Desde Barcelona, Barcelona, Spain
  • Diva estresada que casi casi no puede con su vida que vive en Barcelona y de vez en cuando se va de parranda a Huesca a comerse una buena longaniza de Graus. No fumo y no me drogo, pero bebo más que Sue Ellen en sus años mozos. Y además la ch*** que da gusto.
Yo!!

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