4/25/2006

Capítulo 21: ¡Está en la azotea!

Perseguida por Las Perracas (las secuaces de La Brishka) conseguí escapar metida en un ascensor (¡como el pingüino!) y me escabullí escaleras arriba hasta la azotea de aquel edificio mega-fashion. Y allí, por sorpresa sorpresa, me estaba esperando King Kong con un bate en las manos.

- ¡Aaaaaaaaaaaaaaah! -grité.
- ¡No grites! -gritó él.
- ¡No me mates! -grité yo.
- ¡No voy a matarte! -gritó él.
- ¿Y entonces qué vas a hacer con ese bate?... ¡¡NO LO HAGAS!! ¡¡SOY VIRGEN!! -grité.
- ¡No voy a hacerte nada con el bate!

Y tenía razón. King Kong me apartó de un golpe, se acercó a la puerta y puso el bate en el suelo, apoyado contra la puerta para que no pudiera abrirse. Justo cuando lo soltó la puerta empezó a recibir golpes y empujones de las Perracas que había detrás, que gritaban como posesas.

- Ah coño, para eso era el bate -dije yo, aliviada.
- Claro ¿qué pensabas que iba a hacer?
- No lo sé... Yo te veo ahí con el palo gigante...
- Vamos, tenemos que salir de aquí.
- Pues ya me dirás cómo, porque esa puerta -dije, señalando la que estaban abollando las Perracas-. Era la única salida de esta azotea.
- Ven.

Kong me cogió de la mano y empezó a tirar de mí. Yo me tambaleé como una loca, por el tirón claro, y empecé a correr detrás de él. Corrimos, corrimos y entonces miré hacia donde íbamos: ¡al borde del edificio!
Me paré en seco y miré a Kong.

- No hace falta que saltes ¡Esto no es el Empire State y no van a venir las avionetas a matarte!
- ¿De qué hablas?

Me volvió a coger de la mano y siguió tirando de mí, rompiendo por completo mi momento King Kong en la azotea (qué triste es verme obligada a explicar los chistes). Cada vez estábamos más cerca del borde.
Al final iba a resultar que Kong sí que quería matarme. Pero claro, quería matarme él. Por eso había dejado a las Perracas tras la puerta y me llevaba directo al borde del edificio para lanzarme al vacío. Y yo, que me había dejado el traje de Batman en la lavadora, iba a caer en picado y a morir irremediablemente. Pero bueno, quién sabe, a lo mejor al estamparme contra el suelo resucito como Catwoman y me salen unas uñas que pa' qué y encima quepo en un traje de cuero.

¡UN TRAJE DE CUERO!

- ¡No quiero morir!
- ¡Tranquilízate! No vas a morir.
- Ah bueno.-dije yo, más tranquila. Y era verdad, me había tranquilizado.

Al llegar al borde del edificio oímos un estruendo a nuestras espaldas: Las Perracas habían conseguido hacer caer el bate de béisbol y la puerta de la azotea se abrió de golpe, dejando salir a cientos de miles de Agentes Smith que me perseguían a mí.

- ¡Ahí está la tía puta! -gritó una.
- ¡Y va con un chulazo! -gritó otra.
- ¡¡Y ES MÍO!! -grité yo, mientras King Kong tiraba de mí y me precipitaba por el borde del edificio-. ¡¡OS LO DEJO EN HERENCIAAAAAA!!

Pero no, ese tampoco iba a ser el momento en el que Hidroboy moría. Resulta que, mientras yo miraba hacia atrás, King Kong había saltado por el borde de la azotea ¡a la del siguiente edificio! ¡Claro coño! ¡Como en La Comunidad!
Así que allí estaba yo, una Carmen Maura en toda regla, saltando de azotea en azotea mientras era perseguida por un montón de Tereles Pávez dispuestas a arrancarme los ojos. Pero yo, en vez de arrastrar una maleta llena de millones, llevaba de la mano a un chulazo de escándalo. Heterosexual, pero chulazo de escándalo.

Saltamos a otra azotea y al cruzarla llegamos a un muro. King Kong miró hacia la derecha y yo hice lo mismo y divisé una escalera.

- ¿No hay ascensor? -pregunté.

King Kong volvió a tirar de mí, dispuesto a hacerme subir por la escalera. Así que no hubo más remedio que ceder a sus más bajos instintos y ponerme a escalar como si fuera Lara Croft. O Ann Darrow. ¡Soy Ann Darrow!
Miré hacia atrás y vi que todas las Perracas se paraban en la azotea anterior a mirarnos. Era como una fase del Super Mario, yo ya había pasado de nivel y ellas me miraban desde el anterior.
De repente una me señaló, debía ser la jefa porque era la que más cara de mala leche tenía y me dijo:

- ¡Te voy a pegar un bocao en la punta del nabo, so puta!

Me fijé que en su mano tenía un mordisco (y yo tengo una vista supersónica). ¡Era la zorra del cutis perfecto!

- ¡Que te den por el culo, maricón! -grité yo, sacando todo lo que llevaba dentro.

Cuando ¡por fin! llegué a lo alto de la escalera King Kong me tendió una mano y se agachó.

- ¡Ahora no es el momento! -dije yo.

Pero no era esa su intención, King Kong empezó a soltar los tornillos que fijaban la escalera a la azotea ¡con las manos! ¡Es un machote!
Cuando los tornillos ya estaban bastante sueltos, seguimos corriendo. A los pocos metros oímos como las Perracas comenzaban a escalarla. De repente los tornillos cedieron y se fueron todas a tomar por culo. Oímos un "Aaaaaaaah" como muy de maricón y luego un estruendo que, fueras maricón o no, debía doler.

King Kong me volvió a coger de la mano y seguimos corriendo de azotea en azotea. Para cuando quise darme cuenta habíamos dado la vuelta a la manzana y volvíamos a estar donde habíamos empezado. Las Perracas, que no eran machas pero eran muchas, tampoco eran muy listas y se estaban peleando entre ellas por el incidente de la escalera y las gafas que se les habían roto a unas cuantas. Kong cogió el bate de béisbol y se metió en el hueco de la escalera. Yo le seguí, aterrorizada.

Nos abrimos paso sigilosamente hasta la cabina del ascensor. No había Perracas en la costa. Entramos en ella y Kong apretó el botón del entresuelo. Yo no me había dado cuenta, pero inconscientemente le sujetaba una mano.

- ¿Estás bien? -me preguntó, sin mirarme.
- Sí.

¿Qué le digo? ¡¿Qué le digo?!

- Gracias -bueno, podría haber sido peor. Podría haberle dicho: "Trompeta".
- No hay de qué.
- ¿Por qué lo has hecho?
- Ahora no puedo contártelo. Primero tenemos que salir de aquí.
- Está bien.

Entonces, se giró. Nos miramos durante unos instantes. Él sonrió, yo sonreí. Me acerqué a él lentamente. Él no se movió, pero apretó un poco más mi mano. Cerré los ojos y me preparé para besarle.

- Tú sales de aquí... ¡PERO CON LOS PIES POR DELANTE!

¡LA PERRACA!
Las puertas del ascensor se habían abierto y allí estaba ella, la Perraca a la que había pegado un mordisco. No sé cómo había llegado allí tan pronto, pero la tía puta daba miedo. Me cogió de la cazadora y me pegó un tirón que salí disparado de la cabina del ascensor y me empotré contra la pared. La Perraca soltó un alarido y se lanzó contra mí. Yo me giré y le pegué una patada en el estómago; la Perraca empezó a retorcerse de dolor.
King Kong salió del ascensor con el bate en alto.

- ¡Para! -le dije-. Esta puta es mía.

La Perraca levantó la cabeza y me miró. Levanté el puño para arrearle un puñetazo pero la tía puta lo esquivó y me propinó un par de golpes en el costado. Me retorcí de dolor y caí al suelo. Ella se abalanzó sobre mí, yo levanté las piernas y la cogí por la cintura, la elevé y haciendo un movimiento que ni la Ronaldinha la hice volar por el vestíbulo y aterrizar en el suelo.
Me levanté y me llevé la mano a la cara. La nariz me sangraba y la tenía toda llena de sangre.
Entonces la Perraca, que se había levantado en tiempo record, me incrustó su cabeza en la espalda y me arrastró hasta la pared. Pero esta vez no me iba a romper la poca nariz que me quedaba.
Miré a Kong y le dije:

- ¡BATEA FUERTE, PUTA ¡BATEA FUERTEEEEEE!

Y Kong le soltó un batazo en la espalda que a la pobre Perraca sólo le salió un "ay" muy de maricón antes de desplomarse y caer al suelo.
Ahora yo era la súper-héroa, así que cogí a Kong de la mano y le llevé hasta la puerta del edificio.

¡Estaba hasta el coño de la Zona Alta!

- Recuérdame que nunca alquile un piso en Pedralbes -le dije a Kong, que le entró la risa.

Salimos del edificio y nos quedamos quietos, mirando al "Studio" que tenía las persianas bajadas, aunque uno de los escaparates quedaba descubierto. Tuve una idea.
Cogí el bate de King Kong (el de béisbol, no seais malpensadas) me acerqué al escaparate y le areé un viaje con tan mala leche que el cristal estalló en mil pedacitos.
Sí nenas, tengo tanta mala leche que soy capaz de cargarme un cristal anti-robo con un sólo golpe. Y si no os lo creéis, os lo demuestro cualquier día.
Con el escaparate ya roto, le pegué un escupitajo (aunque quedó como una corrida de babuíno) a una camiseta blanca con una S roja en medio. Saqué un rotulador del bolso y, con letras bien grandes, escribí:

"¡SOIS TODAS UNAS"

Y no cabía nada más, porque la camiseta era una XXS.

Así que seguí escribiendo en la camiseta de al lado.

"PUTAS!"

4/23/2006

Capítulo 20: Fashion Victim

¡Sigo viva! Justo antes de que la Polly Pocket contara toda la verdad y nada más que la verdad a todo el mundo menos a mí y de que se largara a Pernambuco a refugiarse de la ira de Piluca, yo recibí una llamada de mi ex Lucas que me citaba en una dirección totalmente desconocida para mí.

Allí estaba.

La Madonna terminaba de cantar el Sorry cuando me planté delante del número del portal en el que Lucas me había citado.
Miré a mi alrededor. ¡Cómo se notaba que esto era la zona alta! Los árboles estaban verdes que te quiero verdes, los coches no hacían ruido, la gente caminaba por la calle con aire sonriente y los perros paseaban alegremente sin pararse a husmear ni a echar meadas rápidas. No había borrachos, no había drogadictos y, lo más importante, había glamour por un tubo. Todos los edificios de aquella calle eran mega fashions.

¿Qué me estaba pasando?

Me sentía como en una de esas películas de los 70 con filtros de luz a tutiplén y con una banda sonora de esas de violines enlatados que hacen que hasta un tropezón sea glamouroso.

¿Era por ver a Lucas? Posiblemente. No podía creerme que, después de todo lo que le dije, me hubiera vuelto a llamar. Tampoco podía creerme que yo le hubiera contestado y menos aún que hubiéramos quedado ¡y menos aún que fuéramos a follar!

Porque sí, nenas. Si me había pegado aquel viaje hasta aquel rincón del mundo era para echar un polvo con mi ex.

Llevé el dedo al timbre del ático en el que me estaba esperando ÉL. No pude presionarlo. ¡Qué nervios! En ese momento me giré, me apoyé en la puerta y miré hacia el cielo azul.
¡Me sentía como Audrey Hepburn!
Solté un suspiro.

¡Qué bonito es el amor!

Fue entonces, al bajar la mirada, cuando la vi.

Al otro lado de la calle.

Totalmente quieta.

Inmóvil.

Sin decir nada, sin hacer ningún gesto.

Cosa totalmente lógica, por otra parte, porque no había visto a una vedette, a mi madre o a Yola Berrocal. De hecho ni siquiera estaba mirando a una persona.

Lo que había allí delante era la tienda de La Brishka.

Seguramente a estas alturas ya ni os acordaréis de la Brishka: la marica mala que se follaba a todo el mundo en el instituto, que se folló a todo el mundo en su primer trabajo y que desapareció para volver convertida en una especie de diseñadora fashion con un exitazo alucinante y una legión de seguidoras que daban terror, espanto y pavor.

Sentí una tremenda curiosidad por aquel local. "Studio" se llamaba. Y por fuera parecía un local tremendamente cool y maravilloso. Por la puerta entraban y salían centenares ¡qué digo centenares! ¡unidades! de maricas cargadas con bolsas rojas con una S negra gigante en un lado y blanca en el otro. Había que reconocer que la muy puta de La Brishka tenía buen gusto.

Uno de mis pies se separó de la puerta en la que estaba apoyado con la intención de ponerse a caminar hacia el "Studio", pero por suerte (o por desgracia) recobré la conciencia antes de que el otro le siguiera y recordé que en ese momento no estaba de servicio y que mi venganza contra Piluca y sus secuaces podía esperar a que echara el polvo con Lucas.
Así que piqué al timbre.

Nadie contestó. Volví a picar.

Y seguía sin contestar nadie. Entonces me sonó el móvil. Era un número desconocido.

- ¿Diga? -dije yo, con voz de puta chupona, porque pensaba que era Lucas.
- No hables y escucha -soltó de repente una voz masculina-. Tienes que salir de ahí ahora mismo.
- Perdona, creo que te equivocas.
- Hidro, escúchame. Estás en peligro. La llamada de Lucas es una trampa.
- ¿Pero qué me estás contando? ¿Quién eres?
- Eso da igual, sólo has de saber que en mí puedes confiar.
- Eso mismo le dijo Judas a Jesucristo y ya ves cómo acabaron...
- ¡Judas no traicionó a Jesús! Pero eso no viene a cuento. Si no me crees, mira a tu derecha.

Miré a mi derecha.

- ¿Ves la furgoneta negra?

Efectivamente, allí al fondo aparcada había una furgoneta negra.

- Sí. Se parece a la del Equipo A.
- Ahora mira a tu izquierda.

Miré a mi izquierda.

- ¿Ves la otra furgoneta?
- Anda, qué curioso. La misma furgoneta aparcada a ambos lados de la calle.
- No es curioso, es una trampa. Sal ahora mismo de ahí.
- ¡Que no! ¡Yo he venido a follar y no me voy de aquí sin comerme una...
- ¡TE QUIERES CALLAR Y HACERME CASO! ¡SAL DE AHÍ AHORA MISMO!

No sé si fue el grito que me pegó aquél desconocido o la visión que se presentó ante mi en ese momento, pero desde aquel día ahora le hago caso a todo lo que los desconocidos me dicen por teléfono.

Las puertas traseras de las dos furgonetas negras se abrieron y de su interior empezaron a salir montones y montones de chulazos mega-bien vestidos y todos con sus gafas de sol que venían directos a mí.
Del "Studio" también salían chulazos, igual de bien vestidos y también con gafas de sol.

¡¡¡Eran las Perracas!!!

- ¡Holy Manolis! -grité, sin acordarme de que aún estaba hablando por el teléfono, y me puse a picar como una loca al timbre que Lucas me había dicho.
- Deja de picar al timbre, eso no servirá de nada.
- ¡¡¿¿Y qué hago??!! ¡¡Vienen a por mí!!
- Espera, te abro.

La puerta del edificio se abrió de repente y yo me precipité al interior. Como cuando fui a Vic a ver a la madre de Piluca. Nota mental: No apoyarse en las puertas de los edificios.
Mientras caía podía ver cómo las Perracas que salían del "Studio" comenzaban a cruzar la calle acelerando el paso. Como aquél portal era mega divino y tenía un montón de cristales, también pude ver que las que salían de las furgonetas del Equipo G (que debían ser propiedad de Mary Poppers porque ¡no paraban de salir!) también aceleraban.

- ¡Coge el ascensor! ¡Rápido!

Me levanté como pude y empecé a correr por el vestíbulo. ¡Aquello era enorme!

- ¡¿Dónde coño está el ascensor?!
- ¡Al fondo a la derecha!

Me sentía como Neo hablando con Morfeo. Osea: igual de gilipollas. El tío este fuera quien fuera me estaba poniendo de los nervios. ¿Y a dónde coño iba? Daba igual, en la puerta de cristal se amontonaban las Perracas como los Zombies del Resident Evil y yo tenía que encontrar el ascensor. Y no porque me lo dijera quien-fuera-que-estuviera-al-teléfono, sino por que ¡yo no subía andando!

- ¡Ya lo veo!
- Tienes uno esperándote.

Y era cierto. Al final del pasillo había dos ascensores y uno de ellos estaba abierto y esperándome. Entré en él en el momento en que oía la puerta del edificio abrirse y los gritos de una jauría de locas asesinas que se lanzaban a la carrera a ver si me cogían.

- ¡¿A qué piso voy?!
- El último.

Presioné el botón.

- ¿El último? ¡Ahí está Lucas!
- No imbécil, Lucas no está en el edificio.

Las puertas empezaron a cerrarse y yo respiré aliviada por saber que iba a salir de allí y que Lucas no estaba en el edificio. Pero, de repente, ¡¡una mano se metió entre las dos puertas del ascensor!!
¡LAS PERRACAS!

- ¡Ven aquí maricona! ¡Te vamos a matar! -gritaba una.
- ¡Arráncale los ojos! ¡Arráncale los ojos! -gritaba otra.
- ¡Y UNA MIERDA NENAS! ¡A MÍ NO ME DESPEINA NI EL VIENTO! -grité, con dos cojones. Y me lancé como una loca contra la mano que intentaba abrirse paso y le pegué un mordisco que aún me sabe la boca a la maravillosa crema hidratante olor a melocotón que la tía puta asesina aquella se ponía cada mañana. Porque un cutis así sólo se consigue con constancia en los hábitos cosméticos.

La manó mordida salió del habitáculo y las puertas pudieron cerrarse.

- Eso está mejor. Ahora escúchame...-dijo la misteriosa voz.
- No bonita, ahora escúchame tú. No sé quién coño eres pero te estás pasando de lista. Para empezar ¿cómo coño sabes todo lo que está pasando?
- Te veo por las cámaras de seguridad.
- Ay coño ¿hay cámaras?

Miré hacia un rincón del techo. Sí, había cámaras.

- Vale, hay cámaras. Pero eso no explica por qué en este ascensor ¡hay cobertura!
- Porque este edificio está preparado para ello.
- Vaya excusa más patatera. Pero bueno, estamos en la zona alta y yo de esta zona me lo creo todo.
- Hidro, escúchame. Están subiendo por las escaleras muy deprisa. Casi te han alcanzado. Cuando llegues al último piso sal del ascensor y gira a la derecha, corre hacia el final del pasillo y abre la puerta roja. Sube las escaleras y llegarás a otra puerta. Es la de la azotea. Sal. Allí te estaré esperando.
- Joder, en la azotea. ¡Por qué todas las buenas películas acaban en las azoteas!
- Ten mucho cuidado. ¡Y mucha suerte!

Quien-fuera me colgó. Yo me quedé aterrorizada. Y no es porque me persiguieran las Perracas, ni porque fuera a morir (porque sí nenas, de aquella no me salvaba nadie y yo iba a morir). Tampoco tenía miedo por si Quien-fuera era un espía y me mataba al salir por la puerta de la azotea.
¡Tenía que hacer esfuerzo físico!

El ascensor se abrió y yo salí corriendo. Giré a la derecha. ¡Coño qué pasillo más largo! Aquello parecía el hotel de El Resplandor.
A mi espalda se oían los gritos de las Perracas. Alguna iba cantando el "Que miau, que miau, que mamarramamiaaaaaau" del Chulo Latino de Mcnamara. Qué canción más apropiada para las hordas de maricas asesinas.

Corrí por el pasillo como no he corrido nunca y llegué a la puerta roja. La abrí y eché un vistazo atrás: las perracas estaban llegando a las puertas del ascensor y señalaban en dirección a la puerta roja.
Cerré la puerta histérica perdida (la puerta, no yo) y subí los escalones perdiendo el poco glamour que me quedaba.
Llegué a otra puerta. ¡Estaba harta de puertas! La abrí. El sol me deslumbró y casi me caigo de espaldas.
Oí cómo la otra puerta (osea, la puerta de antes) se abría y el terror me hizo darme prisa en cruzar mi puerta y cerrar mi puerta.

Estaba en la azotea. Y después de tanta puerta sólo me faltaba que allí estuviera esperándome el Maestro de las Llaves.

¡Pero no!

Ni yo soy Zool (la Guardiana de la Puerta) ni aquello era Los Cazafantasmas.

Estamos en Kill Pili y el maromo que me estaba esperando en la azotea, con un bate de beisbol en las manos era...


¡¡¡¡KING KONG!!!!

4/05/2006

Capítulo 19: El OTRO Lucas

Acabábamos de descubrir que la Polly era una topa que había estado pasando chivatazos a Piluca desde antes incluso de pasar a formar parte de nuestro escuadrón. ¡Y todo por mi culpa! Pero eso no era lo peor. En el momento en que decidía si matarla o no, me suena el móvil.


¡¡MI EX LUCAS LUCAS!!

Allí estaba yo, con mi fashion-phone sonando con el tono-politono-realtono de la Madonna mientras miraba la pantalla embobada pensando que aquello era imposible. No sólo era imposible el hecho de que me estuviera llamando Lucas... sino que además ¡después de tanto tiempo aún conservaba el mismo número de teléfono!

- No contestes nena -dijo la Pepi-. No puede ser nada bueno.
- Tiene razón Hidro -dijo la Cindy-. Recuerda lo que te hizo.

Yo miré a la Asdru. No sé por qué. Me llamaba mi ex y yo miraba a la Asdru. ¿Qué estaba pasando allí? Por algún extraño motivo, creo que la miraba esperando que me dijera que no contestara.
Es que me dio el momentazo "Si tú me dices ven" y si en ese momento la Asdru me dice que me baje los pantalones, salga al balcón y haga el pino mientras me hago una golden shower y canto el "Me pongo colorada" de las Papá Levante, lo hago.

¡Qué me estaba pasando!
¡¡Me estaba enamorando de la Asdru!!

- ¿Diga? -dije, contestando al teléfono. La Pepi y la Cindy negaron con la cabeza y la Asdru se quedó mirándome sin decir nada. La Polly aún estaba sopesando la idea de que o se moría o se iba de viaje a Pernambuco, así que no pudo participar en la Pasión de Gavilanes que me estaba montando.

Tiene gracia que, justo en aquel momento en que mi ex Lucas volvía a escena, me diera por enchocharme con la Asdru. Y todo porque la tía cobarde no tenía huevos a decirme que me quería.

Bueno vale, sí los tenía porque me lo intentó decir... pero yo no le dejé... ¡Porque tenía que terminar la venganza contra Piluca antes de liarme con nadie!

- ¿Qué tal? -dijo la voz al otro lado del teléfono. Era él. Con su tono de siempre, tan... tan... tan Lucas.
- Bien, ¿quién eres? -contesté, haciéndome la interesante. A la Pepi casi le da la risa.
- Soy yo, Lucas -contestó, sorprendido-. ¿No me reconoces?
- ¿Lucas? ¿En serio? ¡Qué sorpresa! -mentí-. Perdóname, tuve un problema con el teléfono y se me borró la guía y todo y no tenía tu teléfono.
- Ya, bueno, no pasa nada. ¿Qué tal te va todo?
- Bien, bien. De puta madre. ¿Y a ti? -la Cindy me hacía un gesto con la mano que no sabía si quería que cortara o que llamara a un par de bolleras para que se montaran un peep-show sobre la mesa redonda de la Polly.
- Pues... supongo que bien también. Oye... Hace tiempo que pienso en ti... y...
- ¿Hace tiempo que piensas en mí? -dije, para que lo escucharan la Pepi y la Polly, que se pusieron como locas a hacerme gestos sin hacer ruido, como si le dieras un tripy a un mimo de Las Ramblas y lo soltaras en un laberinto de cristal ¡de Swarovsky!
- Sí... No sé... Te echo de menos...

A mí ahí casi me da el síncope. Me di cuenta de que aquella conversación estaba yendo por donde yo quería que fuera, y me asusté. ¿Debía parar y dejarlo para otro momento -la segunda temporada de Kill Pili, por ejemplo- o debía seguir y ver si podía echar un polvo con el hombre más guapo que he visto en mi vida antes de cortarle el cuello a Piluca?
Los gestos (ahora obscenos) que hacían la Cindy y la Pepi me confirmaron que debía cortar aquello por lo sano.
Y la cara de la Asdru también. Sus ojos seguían fijos en mí. Seguro que estaba deseando ser el Cíclope de los X-Men y lanzar un rayo calentador al teléfono y mandarlo a tomar por culo.

Pero yo nunca he hecho caso a mis amigas, así que les levanté el dedo corazón de una forma mega-divina y me fui del salón para poder hablar tranquilamente. Intenté buscar una habitación en la que poder hablar y acabé metida en el baño, con el pestillo echado, para evitar que alguna intrusa me cortara la conversación.

De repente me di cuenta de que desde el "Te echo de menos" había pasado ya un buen rato (y es que el piso de la Polly tiene muchas puertas!!!) y yo aún no había dicho nada.

- Perdona Lucas, estaba buscando un sitio tranquilo para poder hablar.
- ¿Dónde estás?-preguntó-.
- En casa de una amiga. Estamos aquí unas cuantas tomando un café y charlando un rato.
- ¿Está por ahí la Pepi?
- Siempre me ha hecho gracia que le llames "la Pepi".
- ¿Por?
- No sé... con lo macho que eres...
- Ya bueno... A mí me hace gracia que os habléis en femenino...

Y bla, bla, bla... No me voy a poner aquí a contaros todas las cosas absurdas que nos dijimos porque este blog no va de eso. ESTE BLOG NO.
Aquí no hay historias de amor, aquí hay sangre a borbotones. Aquí la gente no se echa de menos, se echa a la yugular.

Como tres cuartos de hora después salí del baño con una sonrisa de oreja a oreja. Me sentía genial. Pero era uno de esos momentos en los que te sientes genial pero tu intuición te dice que, por muy feliz que estés, te vas a pegar La Hostia de tu Vida.

El caso es que salí del lavabo que ni me acordaba de dónde estaba en aquel momento... ¡ni en mi vida! No fue hasta que llegué al salón y vi a las maricas sentadas alrededor de la mesa que recordé que estábamos en una reunión extra-urgente (con doble de queso) del Concilio de Gayers para ver cómo solucionabas el Piluca Problem.

Pero...

¡Allí faltaba alguien!

- ¡¡¡¿¿Dónde está la Polly??!!!-grité, hecha una Paloma San Basilisco.
- Se ha ido- contestó la Asdru, cabreada. Lo que no sé es por qué estaba cabreada, pero lo estaba.
- ¿Le habéis dejado marchar? ¡Pero si aún nos ha contado la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad!
- Será a ti bonita, a nosotras nos lo ha explicado absolutamente todo- respondió la Pepi, bostezando.
- ¡Pero eso es imposible! ¡No podéis saber vosotras más que yo!
- Pues lo sabemos-dijo la Cindy, que es la única que quedaba por hablar.
- ¡¡Pero bueno!! -grité, toda indignada-. ¡¿Pero qué invento es esto?! ¡Un motín en mi propio blog!
- No nena, ni motín ni hostias -dijo la Pepi, que se levantó y todo de la sila para darle un toque más dramático a todo esto-. Lo que pasa es que nos parece indignante que te llame el hijoputa de tu ex y tú pierdas el culo por hablar con él y nos dejes tres cuartos de hora aquí colgadas.
- Hostia nena, no me toques las palmas que me conozco -le respondí-. Que este es mi blog y esta es mi historia y aquí yo hablo con quién me da la gana.
- Pues si es tu blog y es tu historia, ¡mata tu a Piluca! -dijo la Cindy, desafiante.
- No me puedo creer lo que me está pasando. ¡Hace un rato no sabía qué escribir y ahora se me revolucionan los personajes!
- Es que ya te vale Hidro -dijo la Asdru, que ya me extrañaba a mí que estuviera tan callada-.
- A VER NENAS, QUE NO SOIS LOS CHIQUIPRECIOS.

Las tres se quedaron quietas y calladas mirándome fijamente. ¡Ya estaba bien de tanta tontería!

- Que una de vosotras me explique qué coño ha pasado con la Polly.
- Pues nada -empezó la Cindy-. Tú le has dicho que la ibas a mandar muy lejos ¿no? Pues ya está, se ha ido. No more Polly.
- Eso, se acabó la Polly -añadió la Pepi.
- Vale, una menos. Qué contenta se va a poner una que yo me sé. Ahora que ya sé (sabemos, que mis lectores están tan perdidos como yo) dónde está la Polly no estaría mal que me contárais todo lo que os ha contado.
- ¿Y tiene que ser ahora mismo? Piensa que acabamos de vivir una sesión maratoniana de confesiones alucinantes -dijo la Asdru.
- Es cierto, aún no nos ha dado tiempo a asimilarlas -dijo la Pepi.
- Nena, tú no las asimilarías ni que te dieran un giratiempo como a la frígida de la niña esa del Harry Potter -le dije. La Pepi no se enfada si le digo estas cosas, por eso me quiere tanto.-. Total, que no me lo vais a contar ahora ¿no?
- No. Es mejor que sea en el siguiente capítulo, porque este te ha quedado como un poco de relleno ¿sabes? -dijo la Asdru, toda hiriente.
- Oye tú, si tienes un problema porque he hablado con mi ex a sabiendas de lo que sientes por mí no la tomes con el blog, que él no tiene la culpa -le respondí, a lo Julia Roberts cabreada.

La Pepi y la Cindy se quedaron boquiabiertas.
- ¿Y qué siente ésta por ti? -dijeron las dos al unísono.
- Eso también lo dejamos para otro capítulo -dije yo-. Porque yo lo siento nenas, pero tengo que irme.
- ¿Que tienes que irte? ¿A dónde? -preguntó la Pepi.
- Tengo una cita.
- No será con quien yo me pienso.
- Pues seguramente, sí.
- Nena, no. No, no, no, no. -dijo la Cindy-. Te prohíbo terminantemente ir a ver a Lucas.
- A ver ¿tú no decías que si este blog era mío hiciera lo que me diera la gana?
- No, eso lo has dicho tú. -dijo la Asdru, que seguía con ganas de tocarme los jingle bells. Le eché una mirada como la que le eché a la Polly hace un capítulo. ¿Significará eso que en el 20 la Asdru también desaparecerá misteriosamente?
- Bueno nenas, haya dicho lo que haya dicho, yo me voy que Lucas... SÍ, LUCAS... me está esperando en su casa.
- ¿Ahora vas a ir hasta la otra punta de Barcelona?
- No nena, se ha debido cambiar de casa y me ha dado una dirección muy cerca de aquí. Zona Alta. A saber a qué ricachón se estará follando que le paga el pisito.

Y dicho esto recogí mi cazadora y mi bolso del sofá y me fui hacia la puerta para salir de aquel piso horrorosamente decorado, cuya propietaria debía estar viajando en aquel momento en un taxi camino del aeropuerto, dispuesta a coger un avión que la iba a llevar a Keeeeenya o a Tanzanyaaaa.

Y yo, caminaba por la calle escuchando a la Madonna minetras me dirigía a la misteriosa dirección que me había dado mi ex Lucas Lucas.

Nada me hacía sospechar que, aunque yo creía que me estaba desviando tontamente de la historia, en realidad iba directa a meterme... en la boca del Lobo.

¡Qué buen turrón!

¿Quién soy?

  • Soy Hidroboy
  • Desde Barcelona, Barcelona, Spain
  • Diva estresada que casi casi no puede con su vida que vive en Barcelona y de vez en cuando se va de parranda a Huesca a comerse una buena longaniza de Graus. No fumo y no me drogo, pero bebo más que Sue Ellen en sus años mozos. Y además la ch*** que da gusto.
Yo!!

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