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Capítulo Uno: De vuelta a la vida

En la temporada anterior de Kill Pili conseguimos sobrevivir al maléfico plan de una Murciana Mala que convirtió a nuestra gran amiga Piluca en una puta insoportable y que trató de manipularnos a todas drogándonos con un invento genético absurdo llamado el Mega Gas. Pero lo más importante de todo es que, desde nuestro contacto con la genética avanzada, mis amigas y yo desarrollamos extraños súper poderes (o poderes a secas). Y además yo llevo dos semanas foooollando como una perra!!!

Allí estaba yo. Espachurrada en la enorme y maravillosa cama de Héctor (anteriormente conocido como King Kong, el gorila del Arena, ahora conocido como El Hombre llamado Caballo), tapándome la cara con las sábanas de seda negra para evitar que el sol me desgarrara las córneas. Y es que llevaba metida en esa cama como tres días seguidos, la mitad de ellos durmiendo y la otra mitad abierta de patas.
Y es que nenas, Héctor me tenía muerta. Por kikis.

Intenté levantarme para ir a la cocina a comer algo pero mi cuerpo no respondía. No había forma humana de moverse. Por más que lo intentara no era capaz de mover las piernas.
Así que me resigné a quedarme en la cama estirada, en pelota picada, esperando a que Héctor viniera a rescatarme. Por cierto ¿dónde estaba Héctor? Agudicé el oído (si es que somos capaces de hacer eso) para intentar captar algún sonido proveniente de la cocina o del salón… pero no oí nada. Ni siquiera oía los ruidos de la calle porque a pesar de la enorme cristalera que tenía en su habitación, Héctor había insonorizado todo el piso para que no nos molestara ninguna puta escuchando Dover en el piso de enfrente ni ninguna maruja berreando el Como Una Ola mientras fregaba la escalera de su casa.
Es lo que tienen ciertas partes de Barcelona, que las calles son tan estrechas que si estiras el brazo puedes jugar al miliquituli con la vecina del edificio de en frente.

De repente tuve una revelación y me di cuenta de que como inicio de Temporada aquello estaba resultando de lo más aburrido, así que me dejé de tonterías, me levanté, me di una ducha, me puse unos trapitos súper cools que tenía por allí desperdigados (pero en plan cool, osea en plan “te voy quitando la ropa desde la entrada para que mañana cuando te levantes sepas por DÓNDE SE SALE) y me puse a hacer llamadas a todas mis amigas.
Hacía muchos días que no sabía nada de ellas. ¿Habrían conseguido controlar sus recién adquiridos súper poderes? Sólo sabía que a la Pepi no la dejaban entrar en el Arena Madre porque decían que cuando ella se metía en el Cuarto Oscuro cosas muy raras, siniestras y extrañas (oscuras no, porque eso se sobreentiende) ocurrían allí dentro.
La Cindy, como no conseguía articular ni una sola palabra en castellano, había echado currículum y ahora estaba trabajando de profesora de dicción en la Academia de OT. Y por lo visto tenía una de chismes que contarnos que se iba a cagar la burra.

Por suerte (o por desgracia) yo no veo OT y no creo que eso sea importante para este relato así que os quedáis con las ganas de saber cómo de grande la tiene el churrero del Gaydar ése.

Por lo demás (que era lo que me había contado la Asdru en alguna llamada de teléfono a las tantas de la mañana) tanto ella como Piluca aún no habían desarrollado ningún poder extraño. Me preguntó si ya sabía qué me había pasado a mí. Le contesté que, seguramente, mi súper poder era estar siempre cachonda y dilatada porque la tranca de Héctor me entraba como el cuchillo corta la mantequilla a cualquier hora de la noche y el día.
No debió hacerle mucha gracia porque me colgó y no me volvió a llamar (y de eso hacía ya… no me acuerdo cuanto).

Descolgué el auricular del teléfono de Héctor (¡si te parece voy a pagar yo las llamadas, guapa!) y llamé a la Pepi. Después de tirarse como dos minutos gritando como una loca por la ilusión que le hacía hablar conmigo, quedamos en el centro para ir a tomar algo con todas las demás.

Así que yo, ni corta ni perezosa, me fui de casa de Héctor sin tener ni puta idea de dónde estaba mi novio (o lo que fuera que era el Hombre Llamado Caballo que me había tenido tantos días postrada en cama) y cogiendo un juego de llaves que había junto a la puerta. No sé si las llaves eran de casa de Héctor porque no me las ofreció nunca, fui yo la que decidí (en pleno arranque “Okupa y resiste”) que si llevaba más de 72 horas metida en el mismo sitio, pasaba a ser parte de mi patrimonio. ¿Cómo crees que la Preysler ha llegado a dónde ha llegado?
Pensé en pasarme antes por casa para darle de comer a los peces y regar las plantas, pero entonces el sol me dio en la cara y me di cuenta de que no podía perder un día tan maravilloso encerrada en casa. Entre eso y que no tengo ni peces ni plantas a los que dar de comer ni regar, pues decidí irme a crear riqueza (y poder).

Me tiré horas dando vueltas por la ciudad y gastando todo el dinero que me quedaba comprando ropa y gadgets a cada cual más cool, sin dejar de pensar en todos esos países del tercer mundo que, gracias a mi inversión, iban a poder darle un impulso a sus departamentos de I+D y así conseguir que el Zara hiciera mejores prendas aún más baratas.
Ahí estaba yo, en plan Vicente Ferrer (pero con el look fashion trasnochao de Nacho Cano y la Fundación Hare Krishna) cuando llegó la hora de reencontrarse con todas las amigas. Fui directa a Plaza Universidad. Habíamos decidido quedar allí en vez de en Plaza Cataluña (como hacíamos habitualmente) por tres motivos:
1.- Que en Plaza Universidad hay mucho gay suelto.
2.- Que la última vez que quedamos en Plaza Cataluña nos secuestraron y nos amordazaron y nos amenazaron y casi nos matan estrellándonos en un avión.
3.- En Plaza Cataluña habían instalado un huevo blanco gigante que nadie en Barcelona sabe qué coño hay dentro pero lleva ahí meses y meses sin que nadie se queje.

Cuando llegué ya estaban todas reunidas esperándome. Después de darnos besos y besos y más besos nos dimos cuenta de que nos faltaba Piluca.
- Jo tía –dijo la Pepi-. Ya me olvidaba de que Piluca siempre llega tarde.
- Oye, vamos a tener que acostumbrarnos a que vuelva a ser amiga nuestra –dije yo-. Cindy, tú que eres un poco tonta, ni se te ocurra hacer comentarios maliciosos sobre Piluca como los que hacíamos antes ¡que ahora es de las buenas!
- No way, José! –respondió.
- ¿Por qué coño me llama José la loca esta? –pregunté, como si ella no estuviera delante (es que desde que hablaba en Inglés la tratábamos como a la típica puta amiga guiri de alguien que te presentan una tarde y te pasas el día riéndote de ella por puta, por guiri y por tonta).
- Debe ser alguna frase hecha en Inglaterra –dijo la Asdru.
- Obviamente cariño –respondió Piluca-. Si fuera una frase hecha en Ámsterdam ¡la habría dicho en Holandés!

Las cuatro nos la quedamos mirando (la perra había aparecido por detrás nuestro sin hacer ni un puto ruido) y ella bajó las manos que había subido en plan Bette Midler cuando cuenta un chiste al darse cuenta de que no nos había hecho gracia.

- Queda claro que mi súper poder TAMPOCO es un sentido del humor ultradesarrollado –nos dijo.
- ¿Qué? –le pregunté-. ¿Tú tampoco sabes qué te hizo el Mega Gas?
- Qué va tía. Llevo desde que salimos de aquel avión haciendo experimentos y nada, que no hay manera.
- Fucking airplane –no hace falta que diga que eso lo dijo la Cindy ¿no?
- Bueno ¿qué? –dijo la Pepi-. ¿Nos vamos a tomar algo?

Piluca se emperró en que en vez de tomar algo nos fuéramos a una Sauna a darnos un baño mientras comentábamos cosas y que luego nos folláramos a algún guiri buenorro. Pero resultó que su súper poder tampoco era una fuerza de convicción fuera de lo común porque acabamos sentadas en un bar del GayXample tomando cafeses, coca colas y té.
Tampoco hace falta que os diga quién se pidió el té ¿cierto?

- Mírala, la Reina Victoria –dijo la Pepi mientras observaba a la Cindy sorber el té-. Qué fina se nos ha vuelto la japuta.
- Es que ahora es toda una lady –dije yo.
- Di –dijo Piluca.
- ¿Qué?
- Di.
- Que diga ¿qué?
- ¡Nada! ¡Di! ¡Lady Di! –gritó Piluca.
- A ver nena ¿no habíamos quedado que NO TIENES el sentido del humor que crees tener? ¡Deja de decir tonterías y bébete el café! –le chillé yo.
- ¿Ves? –le dijo una marica en una mesa cercana a la nuestra a la otra marica sentada con ella-. Y luego te quejas porque yo te maltrato.
- Oye cariño –le dije a la marica chafardera 1-. No sólo me parece fatal que estés con la oreja pegada a las conversaciones ajenas, sino que además te equivocas de cabo a rabo porque ésta y yo no somos pareja.
- Perdona –dijo la marica chafardera número 2-. Pero si te pones a berrear como una histérica es normal que te escuchemos aunque no QUERAMOS.

De repente la Asdru se levantó levantando el brazo y abriendo la boca. Y así se quedó. No dijo ni mú. Cuando se dio cuenta de que todos la mirábamos asombradas por la gilipollez que acababa de hacer se sentó y se quedo mirando su taza de café.
Yo pensé que estaba ensayando para alguna forma de Performance absurda a lo Circo del Sol. Pero no. Me miró y trató de decirme algo, pero ¡se había quedado sin voz!

- ¡Huala nena! –grité-. ¡Eres como la Sirenita! ¡Te han quitado la voz! ¡¿Quién ha sido?! ¡¿A cambio de qué la has dado?! ¡Te dije que lo nuestro era imposible, tengas cuerdas vocales o no!
- Hidro, no la asustes –dijo Piluca-. Algo raro le pasa a la pobre Asdru.

Todo el bar nos miraba esperando a ver qué coño le pasaba a la Asdru, que seguía sin decir ni mú ¡porque no podía! Las lágrimas empezaban a resbalar por sus mejillas. La pobre estaba aterrorizada y nosotras no sabíamos qué hacer.

De repente la tía se empezó a sacudir. Se puso de pie y empezó a moverse como si la hubiera poseído el espíritu de Georgie Dann (si es que está muerto). Todas las nenas del bar la mirábamos sin saber qué coño estaba pasando y yo estaba a punto de empezar a rellenar los papeles del ingreso en el psiquiátrico cuando la Asdru se puso a menear la cabeza de un modo extrañamente familiar…

¡¡Estaba bailando el Let Me Out como la puta de Dover!!
¡Entonces me di cuenta! En mi pedazo de abrigo estaba vibrando algo. ¡Era mi teléfono!

Saqué el móvil del bolsillo y miré la pantalla. Era Héctor. Seguramente iba a cagarse en mí por haberle robado las llaves del coche, de la avioneta o del zulo que tenía en Tasmania. Pero me daba igual. Seguí mirando la pantalla alucinando al ver que la Asdru se estaba moviendo al ritmo de mi tono-politono-realtono del Let Me Out. Pero ¿por qué no sonaba nada? ¡Tenía el móvil insonorizado!
Apreté el botón de opciones y (sin querer) colgué a Héctor. La Asdru dejó de moverse. ¿Era posible que estuviera controlándola con mi teléfono? ¿Qué clase de blog de marika ficción era éste que podía controlar a mis amigas con el teléfono móvil? ¿De dónde coño saco las ideas?
Todo esto pensaba mientras navegaba por los menuses mega chulos de mi teléfono hasta desactivar la insonorización del aparato.

- ¡HOSTIA PUTA! –gritó la Asdru.
- ¡HUALA NENA! –grité yo.
- What happens??? –gritó la Cindy.
- ¡No podía hablar! ¡Estaba como insonorizado! –dijo la Asdru.
- No nena no, lo que estaba insonorizado ¡era mi móvil!
- ¿Y por qué te has puesto a bailar ahí en medio como una loca del coño, nena? –preguntó la Pepi.
- ¡No lo sé! De repente ha empezado a sonar en mi cabeza la canción esa que suena ahora tanto en la tele…
- El Let Me Out de Dover nena, no me seas garrula y deja de leer comics de esos que no te aportan nada. ¡A ver si encendemos más la tele! –dije yo.
- ¡Y mi cerebro me ha obligado a bailar!
- No ha sido tu cerebro –dijo Piluca.
- Oye puta, suelta mi teléfono –le dije, al darme cuenta de que la tía zorra estaba toqueteándome los botones.
- Ha sido el móvil de la Hidro.
- No te metas con mi móvil que te pareces a la Dolly ya.
- No nena, no me meto con tu móvil. Estoy diciendo que tu móvil controlaba a la Asdru.
- ¿Y cómo coño me voy a creer eso? –dijo la Asdru.
- Porque ya sé cuál es tu super poder –dijo Piluca.
- ¿Ah sí? ¿Cuál? ¿Ha perdido el miedo a hacer el ridículo? ¡Ya podía haber tenido yo ese poder en la temporada anterior y no habríamos pasado por todo lo que pasamos! –exclamé.
- No nena no. El súper poder de la Asdru es éste –dijo Piluca, señalando algo en la pantalla de mi móvil. Me acerqué para mirar lo que era.
- Me estás diciendo que la Asdru… tiene… su súper poder es… ¿¡que anula la cobertura de los móviles!?
- No nena. Pero, ahora que lo dices, a ver si te cambias de compañía que no tienes ni dos rallitas.
- No me toques el coño, que no veas los inventos que tengo que hacer para poder hablar en mi habitación.
- ¡¿Queréis dejaros de gilipolleces y decir cuál es el súper poder de la friki enferma esta!? –berreó la Pepi.
- Es muy fácil… ¡La Asdru tiene Bluetooth integrado! – gritó Piluca.

Y dado que ya había asimilado que sus bromas no tenían gracia, nos dimos cuenta de que no nos estaba tomando el pelo. La Asdru se podía sincronizar con mi teléfono móvil (y con el de cualquiera que aceptara sus llamadas entrantes).
QUÉ JEBY.

¿Quién soy?

  • Soy Hidroboy
  • Desde Barcelona, Barcelona, Spain
  • Diva estresada que casi casi no puede con su vida que vive en Barcelona y de vez en cuando se va de parranda a Huesca a comerse una buena longaniza de Graus. No fumo y no me drogo, pero bebo más que Sue Ellen en sus años mozos. Y además la ch*** que da gusto.
Yo!!

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