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Capítulo 6: Confessions on the front door of the dancefloor

¡Lo que faltaba! Allí estaba yo plantada en la puerta de un bar de mala muerte, llorando de la risa, mientras la Pepi me contaba los malvados planes de Piluca. Según ella ¡¡Piluca nos ha vetado de los bares de ambiente de Barcelona!! ¡¡Los ha comprado todos!!

- Bueno vale, a lo mejor he exagerado un poco – dijo la Pepi, al ver que a mí se me saltaban las lágrimas de la risa.
- ¡Pero cómo coño va a comprar la petarda esa TODOS los bares de Barcelona! ¡Si no sabía salir de la cárcel en el Monopoly nena! ¡Ahora es una Koplowitz!
- Mira Hidro, yo sólo te digo lo que me han dicho. Así que no te rías de mí ¡que esto es muy serio!
Cuando conseguí aguantarme la risa cogí a la Pepi del brazo y nos pusimos a caminar como dos putas caminan alrededor del Camp Nou. Intentamos entrar en varios locales, pero en todos nos dijeron que no podíamos con unas caras de mala leche que pa qué. Finalmente acabamos en la puerta del Arena, a ver qué coño estaba pasando ahí. En la puerta no estaba el segurata amigo de la Pepi, así que preguntamos por él y otro segurata, de esos feos y con cara de “Qué hago yo vigilando una discoteca de gays si lo que me gustaría es quemarla!!”, nos dijo que aún no había entrado a trabajar.
Como el tío feo no nos dejaba entrar al Arena, nos fuimos a dar una vuelta por las calles abarrotadas de gente. Nos pusimos a cantar la canción aquella de la Pantoja y la Del Monte (la de “Un pino, dos pinos, tres pinos… ¡Coño, un pinar!”. Y cuando llegamos al “¡Coño, el Continente!” nos topamos de frente con un chulazo de espanto:
- ¡Héctor!-dijo la Pepi-. Mira nena, este es mi amigo el segurata. Es… es lo más. Es el más duro, el más resistente, el más todo… ¡es King Kong nena!
No tenía claro qué se había tomado la Pepi (ni si se había tomado algo) para ponerse a hacer la loca de aquella manera, o si simplemente era el estar al lado de un chulazo como aquel lo que le hacía sacar más pluma que Mariano Rajoy. Pero sí tenía claro que aquel segurata era lo más heterosexual (y buenorro) que había visto en la vida; porque en cuanto lo vi me enamoré de él. Qué cuerpo, qué ojos, qué mandíbula, qué pelo… ¡Qué todo! ¡Ay qué ver los chulazos!
- Hola niño-le dijo King Kong a la Pepi-. ¿Qué tal todo?
- Mal. Mal, mal, mal. No nos dejan entrar en ningún sitio.
- ¿Por la lista aquella que te enseñé?
- Sí, por la puta lista.
- No te comas la cabeza. Cambia de zona un tiempo y ya verás como al final la lista se pierde y podéis volver a entrar.
King Kong sonrió y me lanzó una mirada que me derritió de arriba abajo (y no lo hizo de abajo a arriba porque no se puede –que lo dijo Newton- que sino ¡también!). Yo, que soy muy tonta, ya me pensaba que estaba intentando ligar conmigo y traté de hacer algún gesto que le dejara claro que había captado la indirecta y que cuando quisiera nos íbamos a la isla esa suya a saltar de árbol en árbol. Pero mi cerebro se rebeló y me obligó a hacer todos los ticks sexys que me sé de golpe: apreté los párpados divertidamente mientras sonreía y me pasaba la lengua por los labios, además de encogerme de hombros y levantar la mandíbula. Vamos, que estaba yo que parecía el Gremlin transexual.
- ¿Qué te pasa nena?- preguntó la Pepi-. ¿Piluca te ha hecho vudú? ¿Te ha clavado una aguja?
- No me pasa nada nena, es el frío que me descoloca las neuronas y me dan ticks. Pero esto sólo me pasa una vez cada 20 años, el resto del tiempo soy totalmente normal y divina. ¿Verdad?
- Lo que tú digas. Oye niño-la Pepi se volvió hacia King Kong-. ¿Tienes idea de cómo se lo puede montar una para hacer circular una lista de esas?
- Pues… No es algo tan raro como parece ¿eh? A veces los dueños de los locales se buscan novietes que no quieren dejar entrar a los que le caen mal…
- ¡Claro nena!- grité yo-. Eso ya me cuadra más. Piluca, que es muy puta, se está tirando a todo kiski y con el dinero que le da el alto standing se compra los Nanos y los móviles y nos veta y se opera y se droga. ¡Le da para todo! Siempre ha tenido buen ojo para los números.
- Espera –dijo King Kong, poniendo cara de hombre-asustado-de-telefilm y plantándome la palma de su mano a 2 centímetros de mi cara ¡qué morbo!-. ¿Has dicho Piluca?
- Sí –le dije a la línea de la vida- He dicho Piluca.
- No sabía que la lista la había movido él…
- ¿Y qué pasa si la lista la mueve Piluca? –preguntó la Pepi, poniendo cara de mujer-asustada-de-telefilm-. ¿Y por qué me suena tan raro que hablen de Piluca en masculino?
- Mirad niños… joder… lo que oí el otro día… Más os vale buscaros otra zona porque por aquí pocos bares de por aquí os van a dejar entrar en mucho tiempo. Y eso si todo va bien, porque como todo vaya mal...
- Mira King –dijo la Pepi. A mí me entró la risa porque me la imaginé hablando con King África y los dos me miraron extrañados. Cuando se me pasó la paranoia, siguió todo como si no hubiera pasado nada-. No nos asustes ¿eh? Que no estamos para bromas.
- No, no, no es broma. Escuchadme bien –y se acercó a nosotras, poniendo cara de padre-preocupado-de-telefilm-. Será mejor para vosotros si os estáis un tiempo sin pasaros por aquí.
- ¡Sí hombre! ¡¿Y dónde voy a comer pollas?! –gritó la Pepi, indignada.
- Nena, no le grites a King Kong que he visto la película y sé de lo que es capaz. Vete a chupar pollas a Pernambuco, que si él dice que nos larguemos, nos largamos –dije yo, que soy la voz de la sabiduría.

- ¿Largaros? ¿A dónde?

La voz venía de detrás nuestro. La Pepi y yo no nos quisimos girar, sobretodo al ver la cara que acababa de poner King Kong. Pero claro, si no nos girábamos nos quedábamos sin saber quién hablaba (aunque lo sospechábamos, que tampoco hay que ser muy lista) y también nos quedábamos toda la vida cogidas del brazo y medio encogidas sin querer mirar atrás. Y después de imaginarme lo incómoda que iba a ser esa postura en mis viajes a Ibiza cuando tuviera 50 años, decidí girarme con la mejor de mis sonrisas, que se borró al ver lo que había detrás (ahora delante) de mí.

Piluca, la muy puta, estaba justo detrás nuestro. Llevaba un traje a lo Sonny Croket (o como se escriba) que le debía haber costado una pasta y que le quedaba DE MUERTE. Detrás de ella había 5 maricas muy del montón, pero todas vestidas que daba envidia verlas, más fashions que Donatella Versace en pleno País de las Maravillas con cocaína y todo. Pero lo peor era que detrás de las 5 Maricas del Montón, había un montón (valga la redundancia) de musculosas mega fashions que las seguían. Debían ser como miles, o diez.
Fueran las que fueran, a mí los huevos se me pusieron por corbata y la Pepi soltó un gritito de terror. Las 5 Maricas del Montón la miraron, con una cara de asco que daba miedo.

- ¿A dónde queréis iros, queridas?
- A… a… a…. Pernambuco… a… ¡pollas! –soltó la Pepi.
- No nos vamos a ninguna parte, cariño –le solté a Piluca. No podía pegarle una bofetada, más que nada porque si lo hacía acabaría apaleada por aquella jauría rosa, pero podía tratarla como un trapo-. Acabamos de llegar y de aquí no nos mueve ni Carmen de Mairena enseñando las tetas.
- Mejor, porque me encantaría que pudiéramos tomar algo juntas mientras bailamos, como en el pasado.
- Nosotras nunca hemos tenido un pasado –le dije a Piluca, poniendo mi cara de Neo a punto de pillarse un cabreo de no te menees porque alguien le ha tocado a la Mari Trinity.
- Qué curioso, porque tampoco tendréis un futuro –dijo la Piluca, intentando hacerse la fantástica.
- Vaya mierda de pelea que estáis teniendo nenas –se metió la Pepi-. Que si pasado, que si futuro… Yo no sé si tengo pasado o futuro, pero sé que soy pluscuamperfecta y que quiero irme de aquí, Hidro, antes de que el engendro de Miami éste nos pegué todo lo malo que lleva encima.
- Cuida tu lengua, ¡furcia! –soltó una de las 5 del Montón. La Pepi y yo nos la quedamos mirando y nos entró la risa. Porque la que había hablado llevaba unas gafas que debían costar un ojo de la cara (y nunca mejor dicho) pero como tenía una cabeza muy pequeña parecía que llevara puesta una escafandra a lo Jacques Costeau.
- ¿De qué os reís, lerdas? –dijo otra de las 5 del Montón. Ésta no daba risa, daba miedo. Llevaba una de pendientes en la oreja que seguro que le podría haber colgado el Big Ben a escala casi real Recuerdo de Londres que la Pepi me trajo en uno de sus viajes y que tenía pegado en la puerta de la nevera.

Y mientras a mí me daba la risa (¡otra vez!) imaginándome a la Piercing con el Big Ben colgando de la oreja, al séquito de Piluca le entraban ganas de partirnos los incisivos, los premolares, los colmillos y la madre que los parió a todos.

Ha tocada la loteria en Vic! ¿I si a Piluca le ha tocado la loteria?

Si le ha tocado la lotería a la Piluka, ya te puedes dar por muerta, neeeeenaaaaaaaa!

"Me voy a hacer un rosaaaaarioooooooo con tus dientes de maaaaaarfiiiiiiiiil"
Seguro que eso lo cantará (además del Antonio Molina), la Piluka Revenge.

Me alegra ver que alguien que sigue mi historia real como la vida misma yelquenoselocreaqueselecaiganlosdientes.

Tranquilas, que en breve publicaré el siguiente capítulo:

"Dos maricas muertas, congeladas vivas en París"

Neeenaaa ¿te han matado las marikas del piercing, las peladillas o los 101 Dálmatas?

¡Actualiza, PUTA!

si, y encima vestían sendas minifaldas superajustadas de pedrería... NO TE JOD

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¿Quién soy?

  • Soy Hidroboy
  • Desde Barcelona, Barcelona, Spain
  • Diva estresada que casi casi no puede con su vida que vive en Barcelona y de vez en cuando se va de parranda a Huesca a comerse una buena longaniza de Graus. No fumo y no me drogo, pero bebo más que Sue Ellen en sus años mozos. Y además la ch*** que da gusto.
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