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Capítulo 21: ¡Está en la azotea!

Perseguida por Las Perracas (las secuaces de La Brishka) conseguí escapar metida en un ascensor (¡como el pingüino!) y me escabullí escaleras arriba hasta la azotea de aquel edificio mega-fashion. Y allí, por sorpresa sorpresa, me estaba esperando King Kong con un bate en las manos.

- ¡Aaaaaaaaaaaaaaah! -grité.
- ¡No grites! -gritó él.
- ¡No me mates! -grité yo.
- ¡No voy a matarte! -gritó él.
- ¿Y entonces qué vas a hacer con ese bate?... ¡¡NO LO HAGAS!! ¡¡SOY VIRGEN!! -grité.
- ¡No voy a hacerte nada con el bate!

Y tenía razón. King Kong me apartó de un golpe, se acercó a la puerta y puso el bate en el suelo, apoyado contra la puerta para que no pudiera abrirse. Justo cuando lo soltó la puerta empezó a recibir golpes y empujones de las Perracas que había detrás, que gritaban como posesas.

- Ah coño, para eso era el bate -dije yo, aliviada.
- Claro ¿qué pensabas que iba a hacer?
- No lo sé... Yo te veo ahí con el palo gigante...
- Vamos, tenemos que salir de aquí.
- Pues ya me dirás cómo, porque esa puerta -dije, señalando la que estaban abollando las Perracas-. Era la única salida de esta azotea.
- Ven.

Kong me cogió de la mano y empezó a tirar de mí. Yo me tambaleé como una loca, por el tirón claro, y empecé a correr detrás de él. Corrimos, corrimos y entonces miré hacia donde íbamos: ¡al borde del edificio!
Me paré en seco y miré a Kong.

- No hace falta que saltes ¡Esto no es el Empire State y no van a venir las avionetas a matarte!
- ¿De qué hablas?

Me volvió a coger de la mano y siguió tirando de mí, rompiendo por completo mi momento King Kong en la azotea (qué triste es verme obligada a explicar los chistes). Cada vez estábamos más cerca del borde.
Al final iba a resultar que Kong sí que quería matarme. Pero claro, quería matarme él. Por eso había dejado a las Perracas tras la puerta y me llevaba directo al borde del edificio para lanzarme al vacío. Y yo, que me había dejado el traje de Batman en la lavadora, iba a caer en picado y a morir irremediablemente. Pero bueno, quién sabe, a lo mejor al estamparme contra el suelo resucito como Catwoman y me salen unas uñas que pa' qué y encima quepo en un traje de cuero.

¡UN TRAJE DE CUERO!

- ¡No quiero morir!
- ¡Tranquilízate! No vas a morir.
- Ah bueno.-dije yo, más tranquila. Y era verdad, me había tranquilizado.

Al llegar al borde del edificio oímos un estruendo a nuestras espaldas: Las Perracas habían conseguido hacer caer el bate de béisbol y la puerta de la azotea se abrió de golpe, dejando salir a cientos de miles de Agentes Smith que me perseguían a mí.

- ¡Ahí está la tía puta! -gritó una.
- ¡Y va con un chulazo! -gritó otra.
- ¡¡Y ES MÍO!! -grité yo, mientras King Kong tiraba de mí y me precipitaba por el borde del edificio-. ¡¡OS LO DEJO EN HERENCIAAAAAA!!

Pero no, ese tampoco iba a ser el momento en el que Hidroboy moría. Resulta que, mientras yo miraba hacia atrás, King Kong había saltado por el borde de la azotea ¡a la del siguiente edificio! ¡Claro coño! ¡Como en La Comunidad!
Así que allí estaba yo, una Carmen Maura en toda regla, saltando de azotea en azotea mientras era perseguida por un montón de Tereles Pávez dispuestas a arrancarme los ojos. Pero yo, en vez de arrastrar una maleta llena de millones, llevaba de la mano a un chulazo de escándalo. Heterosexual, pero chulazo de escándalo.

Saltamos a otra azotea y al cruzarla llegamos a un muro. King Kong miró hacia la derecha y yo hice lo mismo y divisé una escalera.

- ¿No hay ascensor? -pregunté.

King Kong volvió a tirar de mí, dispuesto a hacerme subir por la escalera. Así que no hubo más remedio que ceder a sus más bajos instintos y ponerme a escalar como si fuera Lara Croft. O Ann Darrow. ¡Soy Ann Darrow!
Miré hacia atrás y vi que todas las Perracas se paraban en la azotea anterior a mirarnos. Era como una fase del Super Mario, yo ya había pasado de nivel y ellas me miraban desde el anterior.
De repente una me señaló, debía ser la jefa porque era la que más cara de mala leche tenía y me dijo:

- ¡Te voy a pegar un bocao en la punta del nabo, so puta!

Me fijé que en su mano tenía un mordisco (y yo tengo una vista supersónica). ¡Era la zorra del cutis perfecto!

- ¡Que te den por el culo, maricón! -grité yo, sacando todo lo que llevaba dentro.

Cuando ¡por fin! llegué a lo alto de la escalera King Kong me tendió una mano y se agachó.

- ¡Ahora no es el momento! -dije yo.

Pero no era esa su intención, King Kong empezó a soltar los tornillos que fijaban la escalera a la azotea ¡con las manos! ¡Es un machote!
Cuando los tornillos ya estaban bastante sueltos, seguimos corriendo. A los pocos metros oímos como las Perracas comenzaban a escalarla. De repente los tornillos cedieron y se fueron todas a tomar por culo. Oímos un "Aaaaaaaah" como muy de maricón y luego un estruendo que, fueras maricón o no, debía doler.

King Kong me volvió a coger de la mano y seguimos corriendo de azotea en azotea. Para cuando quise darme cuenta habíamos dado la vuelta a la manzana y volvíamos a estar donde habíamos empezado. Las Perracas, que no eran machas pero eran muchas, tampoco eran muy listas y se estaban peleando entre ellas por el incidente de la escalera y las gafas que se les habían roto a unas cuantas. Kong cogió el bate de béisbol y se metió en el hueco de la escalera. Yo le seguí, aterrorizada.

Nos abrimos paso sigilosamente hasta la cabina del ascensor. No había Perracas en la costa. Entramos en ella y Kong apretó el botón del entresuelo. Yo no me había dado cuenta, pero inconscientemente le sujetaba una mano.

- ¿Estás bien? -me preguntó, sin mirarme.
- Sí.

¿Qué le digo? ¡¿Qué le digo?!

- Gracias -bueno, podría haber sido peor. Podría haberle dicho: "Trompeta".
- No hay de qué.
- ¿Por qué lo has hecho?
- Ahora no puedo contártelo. Primero tenemos que salir de aquí.
- Está bien.

Entonces, se giró. Nos miramos durante unos instantes. Él sonrió, yo sonreí. Me acerqué a él lentamente. Él no se movió, pero apretó un poco más mi mano. Cerré los ojos y me preparé para besarle.

- Tú sales de aquí... ¡PERO CON LOS PIES POR DELANTE!

¡LA PERRACA!
Las puertas del ascensor se habían abierto y allí estaba ella, la Perraca a la que había pegado un mordisco. No sé cómo había llegado allí tan pronto, pero la tía puta daba miedo. Me cogió de la cazadora y me pegó un tirón que salí disparado de la cabina del ascensor y me empotré contra la pared. La Perraca soltó un alarido y se lanzó contra mí. Yo me giré y le pegué una patada en el estómago; la Perraca empezó a retorcerse de dolor.
King Kong salió del ascensor con el bate en alto.

- ¡Para! -le dije-. Esta puta es mía.

La Perraca levantó la cabeza y me miró. Levanté el puño para arrearle un puñetazo pero la tía puta lo esquivó y me propinó un par de golpes en el costado. Me retorcí de dolor y caí al suelo. Ella se abalanzó sobre mí, yo levanté las piernas y la cogí por la cintura, la elevé y haciendo un movimiento que ni la Ronaldinha la hice volar por el vestíbulo y aterrizar en el suelo.
Me levanté y me llevé la mano a la cara. La nariz me sangraba y la tenía toda llena de sangre.
Entonces la Perraca, que se había levantado en tiempo record, me incrustó su cabeza en la espalda y me arrastró hasta la pared. Pero esta vez no me iba a romper la poca nariz que me quedaba.
Miré a Kong y le dije:

- ¡BATEA FUERTE, PUTA ¡BATEA FUERTEEEEEE!

Y Kong le soltó un batazo en la espalda que a la pobre Perraca sólo le salió un "ay" muy de maricón antes de desplomarse y caer al suelo.
Ahora yo era la súper-héroa, así que cogí a Kong de la mano y le llevé hasta la puerta del edificio.

¡Estaba hasta el coño de la Zona Alta!

- Recuérdame que nunca alquile un piso en Pedralbes -le dije a Kong, que le entró la risa.

Salimos del edificio y nos quedamos quietos, mirando al "Studio" que tenía las persianas bajadas, aunque uno de los escaparates quedaba descubierto. Tuve una idea.
Cogí el bate de King Kong (el de béisbol, no seais malpensadas) me acerqué al escaparate y le areé un viaje con tan mala leche que el cristal estalló en mil pedacitos.
Sí nenas, tengo tanta mala leche que soy capaz de cargarme un cristal anti-robo con un sólo golpe. Y si no os lo creéis, os lo demuestro cualquier día.
Con el escaparate ya roto, le pegué un escupitajo (aunque quedó como una corrida de babuíno) a una camiseta blanca con una S roja en medio. Saqué un rotulador del bolso y, con letras bien grandes, escribí:

"¡SOIS TODAS UNAS"

Y no cabía nada más, porque la camiseta era una XXS.

Así que seguí escribiendo en la camiseta de al lado.

"PUTAS!"

que fuerte todo, tia, tia, tia, que violencia que llevas dentro, he mojado los uno. A todo esto, el bate no se habia quedado en la puerta que a-tranca Kong al principio del capítulo? no es por joder...

Sí, nena, falta de RACORD!!!!

Pero tranquila, que en el cine español es el pan nuestro de cada day!

No nenas no. De Raccord nada. Aquí vosotras que no sabéis leer.

El párrafo dice:

Kong cogió el bate de béisbol y se metió en el hueco de la escalera. Yo le seguí, aterrorizada.

La próxima vez que te mediques, nena, ¡LEE EL POSPECTO ANTES!

"King Kong me apartó de un golpe, se acercó a la puerta y puso el bate en el suelo, apoyado contra la puerta para que no pudiera abrirse. Justo cuando lo soltó la puerta empezó a recibir golpes y empujones..."

Esto pasa ANTES de que hagais "La Comunidad 2: Queers on the Roof Top", PUTA!

FALTA DE RACCORD, NEEENAAA...!!!

CLARO NENA:

Kong deja el bate apoyado en la puerta y nos vamos corriendo.
Luego, cuando volvimos de dar las vueltas por los tejados de Barcelona (y qué tejados nena, qué glamour... ¡y qué vistas!) lo cogió del suelo y seguimos hacia el ascensor.

El bate estaba en el suelo porque la puerta había cedido y se había quedado allí tirado.

¡CATETAS!

Hidro tiene razón, no es falta de raccord. Es estilazo y glamour... Aunque subir escaleras con glamour no es posible, Hidro, you know.
Vuelvo a la blogosfera, ¡¡estaba muerta por saber qué pasaba con la pili!! AYssss

Estos dos últimos capitulos son lo más !

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¿Quién soy?

  • Soy Hidroboy
  • Desde Barcelona, Barcelona, Spain
  • Diva estresada que casi casi no puede con su vida que vive en Barcelona y de vez en cuando se va de parranda a Huesca a comerse una buena longaniza de Graus. No fumo y no me drogo, pero bebo más que Sue Ellen en sus años mozos. Y además la ch*** que da gusto.
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